#14 - Su amor se transformó en un sueño

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Mis sueños nunca tenían sentido. Eran demasiado tontos, demasiado exagerados. Tomaban fragmentos de la realidad y la distorsionaban a niveles insólitos. Me estaba empezando a hartar de aquel patrón tan similar que iban tomando, donde cada noche cuando lograba descansar, mi mente somnolienta era azotada por las mismas y confusas imágenes.

Ciertamente los sueños siempre me fueron más preferibles que la realidad, al menos en ellos podía encontrar un refugio, era algo distinto a lo que siempre me tocaba vivir, y aunque sintiera cruel la idea de que me ilusionaran con cosas que nunca tendría, no significaba que no me encontrase de vez en cuando suspirando y pensando en cada uno de ellos, preguntándome que sería de mi si aquellos sueños, y mi realidad, intercambiaran sus papeles. Una vaga forma de entretenimiento en donde hallé consuelo.

Pero, debía de ser realista, los sueños que mi estancia en Paradis fue alimentando no me iban a servir para sobrevivir, me estaban llenando la mente de basura y si no me comenzaba a comportar como tal acabaría pagando caro. De hecho, poco después de haber tenido esa breve y rápido discusión con Armin, Reiner y Bertholdt se dieron cuenta —¡sorpresa!, fueron observadores—, que algo me estaba sucediendo. Pero no me atacaron sin más, exigiendo respuestas inmediatas, para ser a veces tan brutos, supieron jugar sus cartas y se mantuvieron a raya por algunos días, siguiéndome más de cerca, tratando de verificar que no hubiese nada en mí pudiese generarles desconfianza.

Y no lo había, a menos de que mis sueños sobre una vida feliz fuesen válidos.

Sí, mis sueños no se habían limitado a Armin, él estaba muy presente en la mayoría, pero soñaba con otras cosas. Con una imagen idealizada de la libertad que jamás me habría permitido tener sí no fuese porque aquel sabelotodo se empeñó en hacerme creer que si yo quería podría alcanzar las estrellas con la palma de mi mano. Armin Arlert me afectó, aunque trataba de permanecer cuerda, firme y recta, muchas de las cosas en las que por mucho creí, se tambaleaban.

Como es obvio, no me refiero a que él me hubiera metido sus ideales en la cabeza o que yo empezara a ver el mundo de la misma manera en que lo hacía Armin. Seré honesta con este punto, yo siempre supe como funcionaba la vida y fui plenamente consciente desde el primer instante que criarse dentro de cuatro paredes sin ver más allá, crea a personas conformistas. Yo, a pesar de no haberlo vivido en el sentido literal, sí fui bastante conformista y lo sigo siendo. A diferencia de como sucedió con Eren, Armin nunca iba a lograr engancharme hablando de las maravillas del mundo, porque para mí ver el mar no representaba la gran cosa, tampoco iba a motivarme usando promesas de sueños por cumplir que, por supuesto, nunca verían mis ojos hacerse realidad. Lo que Armin hizo fue mucho más significativo para mi, me hizo sentir esperanza, no por el futuro, sino por el presente.

Y eso suena absurdo. No es como si tuviera alguien con quien conversarlo.

Ahora. Ahora puedo oírlo acercarse con esos pasos que ya aprendí a distinguir.

—¿Lo recuerdas, Annie?

Sabe que no podré responder nada pero, él sabe, así como yo sé, jamás podría olvidarlo.















































Estuve a punto de cruzar en una esquina rumbo a mi cabaña cuando fui tomada desprevenida. Quisiera decir que actué rápido y le brindé una buena patada en la cara pero, mentiría, no podía estar tan agresiva todo el tiempo y más allá de estremecerme, no hice gran cosa cuando de la nada Reiner se me acercó colocando su brazo por encima de mis hombros, obligándome a caminar con él hacia un callejón sin salida.

—No creas que no nos hemos dado cuenta de tu extraño comportamiento, Annie.

Torcí mis labios sin atreverme a verlo a la cara por todos los sentimientos encontrados que me embargaban. Reiner permanecía con esa detestable expresión petulante que camuflaba bien su miedo y desconfianza. Del mismo modo, Bertholdt se encontraba ahí, inerte a nuestro lado, demasiado cobarde como para dar su opinión al respecto y demostrarme que era más que el imbécil lamebotas de Reiner.

Donde los sueños mueren. | AruannieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora