#6 - Ambos compartían el mismo cielo

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Mira, ¿no es hermoso?

Él estaba ahí, a mi lado sonriendo. Habían flores, estrellas, estábamos en un campo floreado admirando las estrellas. Respondí, sé que lo hice aunque mi respuesta no la sé. Y vi las estrellas que conectadas con hilos luminosos en el cielo formaban una obra de arte estelar única en su clase.

Entonces giré la cabeza con intención de admirarlo a él, de decirle algo que como muchas otras cosas ahora se me ha olvidado.

Pero entonces desperté.

—¡Despierten que ya ha salido el sol!

El grito de Hannah fue demasiado tortuoso para mis pobres oídos, no porque fuese muy fuerte al punto de romperme los tímpanos, sino porque su voz se me hacía tan chillona que fue como si hubiese estado cantando al decir aquello, como si tratase de hacer ver ese día como uno bueno pese a que de bueno tenía nada para mí.

Me levanté dando un bostezo, luego formé un puño con mi mano y frote alrededor de uno de mis ojos. Miré a Armin de soslayo mientras hacía todo esto, él había despertado también con el grito de Hannah, pero aún no abría los ojos y su rostro se contrajo en una mueca de fastidio por tener que levantarse. No lo culpaba en lo absoluto, yo no estaba lejos de tener la misma reacción. Trató de cubrir sus ojos con su brazo, tratando de evitar ver el sol.

Recordé entonces la noche anterior y lo atento que había sido conmigo, cosa que me llevó a alterarme —aún si no lo demostré—, porque no entendí a qué se debió aquel momento de confianza y debilidad que me permití tener con él. Tuve un terror inmenso al pensar en si existía la posibilidad de que gracias a ello Armin empezara a sospechar que algo estaba mal en mí, porque si es así debería de tener cuidado de que no se la pasara viéndome más de la cuenta, que si no tendría que deshacerme de él, cosa que no quería hacer por múltiples razones, entre ellas que podría acabar exponiendome. Pero estaba pensandome mucho el tema, aún no tenía nada comprobado.

Me quedé viéndolo sin razón por más de la cuenta, ignorando voluntariamente los llamados de Hannah quien estaba molestando a todo el bosque al golpear una de las ollas que habíamos llevado al campamento con una cuchara de madera.

Lo cierto es que, viéndolo así, descubrí que no me era en lo absoluto desagradable... De vista, quiero decir, era muy... Sencillo, agradable. Tenía un rostro simpático, y no mentiría, un poco aniñado, pero había algo muy lindo en eso, quizá porque no era nada con un exceso de atractivo capaz de cegar hasta a las más inalcanzables doncellas, o porque no era lo que una llamaría feo, —al menos de que fueses idiota—, y es que, ¿qué puedo decir? No era nada excepcional pero consiguió llamar mi atención en ese instante porque antes no había notado el hecho de que, pese a que carecía de las cualidades que hacían atractivos a algunos de nuestros compañeros, tenía sus propias cualidades que lo hicieron a mis ojos, en ese preciso instante, alguien que merecía la atención que le estaba dando.

El hilo de mis pensamientos me produjo un escalofrío, recordé instintivamente que se suponía que Jean no descubriría que compartí tienda con Armin y salí de ahí como pude dándole una mirada de ultratumba a Hannah, quien por supuesto me dio una sonrisa nerviosa y me respondió como pudo:

—Jean salió hace un rato y aproveché... Perdón.

Con los ojos en blanco me apresuré a hacer las cosas que se suponía me tocaban hacer. Resumiendo un poco esta parte, Armin se unió segundos después pero no me sentí capacitada para verlo a los ojos después de lo sucedido el día anterior, pero él no paraba de verme con insistencia y poco antes de marchar me obligué a verlo a los ojos —con la mirada más fría que conseguí poner—, y decirle.

—No digas ni una sola palabra de lo sucedido anoche si aprecias tu vida.

Y él, tragando en seco, asintió, pese a que no se veía asustado por mi amenaza, sino ansioso e intrigado. Le di la espalda después de eso, y como la vergüenza que me embriagaba no era normal, llegando al punto en que Jean volvió de haberse ido a cagar o que se yo, desayunamos, recogimos todo, y seguimos nuestro camino sin volver a intercambiar ni una sola palabra.

Donde los sueños mueren. | AruannieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora