Fairy Divided: Capítulo XXXI

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Road to Fairy War

~~Parte 2~~
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—¡¡Lucy, suéltala, maldita sea!! —le ordenaba Laxus al forzarla para que soltara el látigo.

—¡¡Laxus, apresúrate!! —pidió Wendy mientras trataba de aflojar el látigo con sus manos—. ¡¡Erza se va a quedar sin aire!!

Las cosas habían terminado de esta manera: Lucy seguía tirando de su Látigo de estrellas con toda la fuerza que sus dos brazos le permitían, tanto que sus venas podían notarse a simple vista, al igual que los tendones el tensarse. Detrás de ella, tratando de hacerla soltar el mango del látigo, se encontraban Laxus y Gray haciendo un esfuerzo monumental; junto a ellos Gildarts, quien miraba impactado la escena frente a sus ojos, desconocía a la chica de dorada cabellera frente a él. Ahora era otra persona, una persona poseída por la rabia y resentimiento.
Por el otro lado: Erza estaba arrodillada sobre la dura y fría madera que era el suelo del gremio, su rostro estaba rojo por la presión y falta de aire, que lentamente comenzó a tener un tono más azulado con cada segundo que pasaba; tratando de aflojar el látigo de su cuello, Wendy y Mystogan, Gajeel fue el único que no se dejó guiar por sus emociones e hizo lo que alguien debió de haber hecho desde el inicio, convirtió uno de sus brazos en una larga espada y cortó el látigo de Lucy por la mitad.
El grupo detrás de Lucy, incluyéndola, cayeron hacia atrás unos sobre los otros. Wendy y Mystogan liberaron a Erza de lo que quedaba del látigo y lo arrojaron lo más lejos que pudieron. Una vez que todo había terminado, todo el gremio quedó en completo silencio.

¿Qué demonios acababa de pasar?

En el páramo...

—¿Una misión, mi señor? —cuestionó Seilah con gentileza.

Natsu, quién la miraba al mismo nivel y aún sosteniendo la barbilla de ella con su dedo índice, no cambió su inexpresivo rostro.

—Así es. Harás algo por mí, que nos ayudará en un futuro cercano.

—Entonces dígame, mi señor. ¿Qué clase de misión haré por usted?

De regreso al gremio...

—Todos cálmense... —ordenó Gildarts a todos en el gremio una vez que recobró la noción. En un arrebato de ira, Lucy se levantó hecha una furia del suelo con la intención de abalanzarse sobre Erza, pero fue detenida por Laxus al rodearla con sus brazos. La aprisionó con un fuerte abrazo—. ¡Cálmate, Lucy!

—¡¡"Calmarme" ni una mierda!! —exclamó la rubia dando patadas al aire y forcejeando para liberarse del agarre de Laxus—. ¡¡Erza es una maldita!! ¡¡Suéltame de una buena vez, Laxus!! —gritó refiriéndose a él.

—Ni loco te soltaré, Lucy —aclaró el rubio—. Te desconozco, no eres quien creía que eras.

—¡¡LAXUS!! —chilló Lucy de una manera extraña, una manera que jamás habían visto los demás antes, provocando escalofríos en todos.

—L-Laxus... —musitó Gildarts. El rubio lo miró de reojo—, llévate a Lucy, por favor.

—¿A dónde exactamente?

—Su apartamento, y vigila que se quede ahí. Por favor —esa última parte se escuchó diferente, como si en lugar de ser una instrucción, se tratara de una súplica.

La Última Flama CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora