Capitulo 7

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Llegue a Mendoza el viernes por la mañana, después de pasar la noche en Chile, mi hermano Fabio fue por mí al aeropuerto.

Charlamos sobre el viaje, le comente sin muchos detalles el resultado de mi gestión.

Quedamos en vernos a la hora del almuerzo en casa con nuestros padres.

Por la tarde pase por el club a buscarla, pregunté por ella en el natatorio y me informaron que a esa hora se encontraba en el bar.

Subí hasta el segundo piso y ahí la vi. En un traje de baño que dejaba apreciar su espalda y su culo perfecto y el pelo tomado en una cola, estaba sentada en la barra charlando animadamente con otras personas.

 En una mesa cercana un grupo de rugbier, iluminándose con ese espectáculo que era mío, uno de ellos simulaba hablar y le tomaba fotos, respiré hondo, y no le caí a golpes porque no quise armar un escándalo y que ella se viera afectada.

Y Mariela como si nada...

O intuyo mi presencia o se dio vuelta por casualidad, me vio mirándola parado en la puerta del bar.

Caminó hacia mí con una sonrisa que se desvanecía a medida que avanzaba, porque si hay algo que no se hacer, es disimular cuando algo me pone mal.

Caminó hacia mí con una sonrisa que se desvanecía a medida que avanzaba, porque no se disimular cuando algo me pone mal, mi cara lo dice todo.

—¿Qué estás haciendo Mariela?— Pregunté totalmente sacado.

—¿Qué pasa mi amor? —devolvió mi pregunta.

—No sé, decime vos ¿porque estas casi desnuda, dejando que esos imbéciles se hagan la fiesta con tu culo?

—¿Desnuda?¡Estoy en el club donde practico natación con la ropa que uso aquí!—

La tomé del brazo y dije:

—Mira vos, no te imaginaba tan "livianita"―. 

Hizo un largo silencio y me miró conteniendo las lágrimas, luego se apartó de mí y remarcando cada palabra respondió

—¡A mi no me vas a faltar así el respeto! ― y se fue caminando hacia las duchas.

Decidí que lo mejor era irme y dejar que se calmaran las cosas

A medida que me fui tranquilizando, entendí que se me había ido la mano, me deje llevar por los celos.

Llamé a su celular pero no contestó, estaba enojada y tenía razón, le mande un audio pidiéndole perdón, explicándole mi intención no fue ofenderla.

Esa noche tendría que poner lo mejor de mí para disculparme, siempre y cuando me recibiera en su casa.

La había extrañado tanto, me mataban las ganas de estar con ella y en un arranque de celos eche todo por tierra. 

Cada vez me desconocía más, a veces me preguntaba cómo había dejado de tener el control de mi vida.

Estaba totalmente enamorado de ella

Recogí el regalo que había elegido para ella, aunque sabía que con eso no iba a arreglar nada, no es del tipo de mujer que se impresiona con una Joya.

Subí a mi auto y me dirigí a su casa.

Me recibió Antonia (Mariela no me dejaba llamarla empleada) me invitó a pasar y fue a avisarle.

Me detuve a mirar algunos cuadros de reconocidos pintores nacionales, que colgaban en la pared.

Sentí su presencia a mis espaldas, cerré los ojos y me embriague con su perfume, podía sentirla sin necesidad de mirarla, me voltee lentamente, sostuvimos nuestras miradas sin decir ni una palabra, esperaba que fuera yo quien empezara a hablar.

Vulnerable.    (Diegodelig)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora