Capítulo 22

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Aunque oía la voz de __ como fondo, no lograba retener los vocablos que articulaba. Seguramente, analizando su carácter, se encontrase bifurcando el tema de la derrota, o restaurando el espíritu endeble de Gakushuu. Podía recrear su voz, grave y demandante, alegando que una derrota no era significativa, que sólo debía mantener un semblante jubiloso o expresar su descontento con las cosas. Aunque el partido había sido hacia varios días, la ira no expiraba, y __ prometió que reiteraría esos vocablos hasta que los engullera. Aún así, no quiso escuchar lo que decía.

Hasta que sintió un dolor agudo palpitar en su oreja, y pronto halló la razón de esto. __, enfadada por no ser atendida, sostenía con dureza su oreja, marcando la yema de sus dedos y tornando la pálida piel del muchacho en un tono carmesí apaciguado. Gakushuu alejó su mano y suspiró en respuesta, libre de la tosca sujección, y cuando sus labios se movían para entablar una palabra, el teléfono de __ vibró. Vio, casi consternada, como Nagisa la llamaba, y al descolgar el teléfono, sólo pudo oír la ebullición de ruido que se presenciaba al otro lado de la línea. En palabras entrecortadas, Nagisa explicó que debía ir a una localización que __ desconocía pero que hallaría con el GPS.

Con premura, dado que Nagisa había recalcado que era urgente, tomó su mochila, palmeó la cabeza aturdida de Gakushuu, exponiendo una banal excusa, y huyó por la puerta sin proferir palabra.





__, quien ansiaba con dureza formar una familia y reponer su desalentador pasado, no pensó que terminaría odiando a los infantes de aquella frívola forma. Reconocía que, cuando Nagisa clamó su presencia, imaginó miles de escenarios donde la clase E se habría visto involucrada: una pelea, un robo, una caza de un tiburón... Pero no fue capaz de imaginar que sus amigos se encontrasen saltando por los tejados con soltura, y que aunque causaron varios daños, ella también recibiera el castigo. Se mostró reacia a aceptar que, como clase, debía afrontar parte de la culpa, y también exasperó al saber que tarea realizarían.

Al principio, cuidar de los infantes no fue complicado, siempre y cuando cumpliesen con las órdenes de la profesora a su cargo. Sin embargo, mediante el tiempo transcurría y los infantes generaban confianza, todo se tornó ensordecedor. Los gritos y abucheos calaron los oídos de __, quien se ocultaba con fervor tras un armario evadiendo los golpes de una niña de la cual desconocía el nombre. Aunque Nagisa había logrado apaciguar el fiero temperamento de la joven, ahora que había desaparecido, el caos había determinado su destino. Rogó que Nagisa regresara de las reparaciones que los jóvenes ejercían y que no cediesen aquel cruel trabajo a la fémina.

Finalmente, la niña de cabello rosado se alejó de ella, hastiada de no recibir respuesta ante sus furtivos ataques. __ maldijo, rencorosa, con el ardor de la venganza palpitando en su pecho. Se dispuso a ejecutar un plan para acarrear sufrimiento a aquella vil niña, sin embargo, la presencia de Nagisa logró, de alguna forma, que su rencor se sosegara.

Aquella rutina se repitió con constancia en los siguientes días: ser golpeada, prometer venganza y terminar sucumbiendo a las súplicas afables del joven de cabello azulado. El único momento donde su menudo cuerpo reposaba era cuando se recostaba sobre Gakushuu sin cerciorar si poseía permiso, cómoda en demasía sobre su regazo como para refutar sobre su estado.

-¿Tan duro es cuidar de infantes? -interrogó plausivo Gakushuu, con voz tenue, temiendo resquebrajar el edulcorado carácter que __ había mantenido con él desde su derrota.

-Sí.

__ se separó con brusquedad de su pecho, depositando sobre su semblante una expresión cómica. Mientras realizaba gestos efusivos con las manos, se explicó:

-Hay una niña insufrible que ni la cuidadora la aguanta. Siempre me golpea y tiende a objetar todo lo que hacemos. Además, no puede decir la nada por qué sino nuestro castigo aumentará. ¿Me entiendes, Gakushuu? Es como cuidar a un diablo consciente de qué es un diablo pero sin poder decir que es un diablo.

Gakushuu se limitó a fruncir con confusión los belfos.

-No te entiendo, __.

Aún, así, la sonrisa en los labios de la fémina no expiró. Transcurrieron días en los que derrochaban su tiempo en mantener impolutos a los infantes, restaurando todo aquello que las cuidadoras no podían hacer. Era agotador aquella rutina sintoníca en la que se habían embargado, sin embargo, __ contemplaba a los infantes con un deje de cariño y admiración.

Por las tardes, en cambio, afrontaba su cansancio en compañia de Gakushuu, quien entablaba conversaciones para aliviar la cólera que la joven albergaba. Esa tarde, un día antes de que el castigo finalizara, __ reposaba sobre el pecho del muchacho, recostada, tarareando una canción inaudible que Asano corroía por comprender. Quizá, aquello, le otorgase pistas de su relación con __.

La canción era, sin embargo, desconocida para él, por lo que tuvo que rememorar todas aquellas armonías escuchadas con anterioridad para enfatizar con la canción que sonaba. No sabía por que aquel interés en el tarareo, mas escuchaba con lúcida atención cada vocablo que __ cantaba. Tras minutos de canción reiterada, se dio cuenta de una cosa: la canción, aquella que cantaba, era en inglés. Aquello reducía el margen, en cambio, aún restaban decenas de canciones que __ podría encasillar como perfectas.

Finalmente, descubrió algo. Era una letra pausada de un cantante reconocido que, para su desconcierto, la fémina admiraba. Era, sin duda, algo excepcional aquella letra. Trató de interpretarla, suponerla a su situación, pero no lograba alterar los hechos como para advertir que música era.

De repente, algo se iluminó en su cabeza. El estribillo, aquel que __ relataba, era conocido para él. Por fin sabía cual era la canción, mas no lo que escondía.



Regreseeee

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⏰ Última actualización: Jun 14, 2022 ⏰

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No soy perfecta, ¿sabes?  Asano Gakushuu y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora