Disputa

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El grisáceo color de la ceniza adornó tu cara. Arrugaste la nariz, sintiendo como el polvo se adhería a su interior. El dolor acompañó la picazón.

—¡Deja de resistirte, Megamente!—Bakugou exclamó, sus brazos extendidos hacia tu dirección. Chispas emergían de sus palmas. —¡No ganas nada como animal empanizado!

Tosiste, las cenizas de sus explosiones acababan contigo.

Tu azulado uniforme estaba cubierto de los restos de sus explosiones. Tu rostro estaba maquillado por los mismos residuos. Asimismo, tu piel estaba envuelta en aquella ceniza.

Literalmente, tenías ese polvo de pies a cabeza.

—¡De aquí salgo inconsciente, o como la ganadora!—escupiste, retándolo. Bakugou se relamió los dientes con una mueca satisfactoria.

Sus compañeros los observaban, sorprendidos. Todos los rodeaban en un grande círculo, admirando su lucha. De vez en cuando echaban porras, hacían efectos de sonido, o apostaban. Su profesor continuamente les llamaba la atención, pues su entrenamiento estaba cerca de convertirse en una lucha callejera.

El objetivo de hoy era pelear contra tus amistades.

La práctica de profesionalismo es importante. Puesto que se desconoce el paradero de la traición, y quiénes son capaces de tomar aquel camino.

Tras terminar la lucha con tu pareja, se les daba permiso de presenciar los combates de los demás. Pese a las estrictas condiciones de Aizawa, la mayoría se dejó llevar por la euforia de ver una batalla como la tuya con Bakugou.

Además, eran los únicos sin definir un triunfador.

—No durarás mucho más con esa basura de técnica que estás utilizando, niña rica. —el rubio señaló. Se limpió el sudor de la frente.

Todo este tiempo esquivaste, y evitaste sus explosiones. Cuando eran más grandes, usabas tu telequinesis para detener su impacto, pero sus residuos, las cenizas, si te alcanzaban.

—No me interesa, Bakugou. Ya te lo dije: o gano, o pierdo la consciencia. —repetiste.

Tu contrincante sonrió de lado. —Y yo te digo, Megamente, que eres tú quien pierde su energía de vida al usarla con su poder. Creí que morir te había quitado lo estúpida, y débil.

—Quizás no lo hizo. —te encogiste de hombros. —Ese es mi problema.

—Te tardaste. —habló. Se refería a que te tardaste en comprenderlo. Asentiste.

—Pero, —hablaste de nuevo. —eres mi rival y compañero, así que lo convertiré en tu problema también.

Alzaste tu brazo, y lo apuntaste hacia él. Tus ojos se tornaron de un tono rubí similar al del chico. No obstante, los tuyos tenían un fuerte brillo en ellos.

Aoyama casi se desmaya de la emoción al verlos.

Bakugou no perdió tiempo. Pues la clave de este tipo de peleas es siempre atacar primero.

Cada una de sus manos liberó un estadillo, ambos en tu dirección. Esbozaste una sonrisa al verlo. No hay mayor placer que el de un engaño exitoso.

Con tu brazo levantado enviaste una explosión hacia él. Tu detonación hizo fricción con las suyas, y ambas se destruyeron mutuamente.

Bakugou no notó el tiritar de sus ojos. Sus labios estaban separados, y su respiración dejó de fluir por un instante.

¿Cómo?

¿Por qué una explosión salió de tu mano?

—Sorpresa. —murmuraste bajo tu aliento. Deseabas echar la cabeza hacia atrás, cuan Tendo Satori, por la aflicción de complacencia que te recorría.

𝐄𝐥 𝐓𝐫í𝐨 𝐏𝐫𝐨𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚 || Shoto Todoroki & Katsuki BakugouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora