BraedenEstaba terminando mi rutina de ejercicio cuando Luc me interrumpió. Parecía exhausto por la forma en la que caminaba.
Se dejó caer con un sonido sordo en un banco y me miró con el ceño fruncido.
—¿Mal día?—me burlé.
Negando con la cabeza me taladró con la mirada.
—Eres un adivino. Deberías conseguir trabajo en un circo como vidente. Te iría bien —masculló. —¿Con quién hablabas?
—¿Ahora espías mis conversaciones?—dije, sin sacar el tono divertido de mi voz.
—Solo si es un tema jugoso.
—No era nadie. —Me encogí de hombros.
—No parecía que le dieras buenos consejos a quienquiera que fuera. Huir nunca es una opción.
—Guarda ese consejo para ti —reí—¿Que pasó?
Exhaló mientras se estiraba, cruzando sus brazos detrás de su cabeza.
—Mis padres. Mi papá quiere que maneje los viñedos de California. —Se quejó.
—¿Y esos son tus problemas?
—No. También la mujer que me follé la semana pasada, no para de hablarme.
No pude sofocar la risa estridente que salió de mi boca.
—Ya te he dicho que no les des tu contacto. Te lo he repetido más de diez veces y nunca aprendes, Luc.
—Por eso tú nunca lo das ¿no?
—Exacto. —Asentí y me pasé la camiseta por la cabeza. Necesitaba una ducha.
—Uhu... y por eso me pediste el contacto de esa chica... ¿cómo se llamaba? —Cuestionó, revoloteando las pestañas.
—No empieces. No la quiero para eso, ella no es mi tipo.
Luc chasqueó la lengua y se relajó en su asiento. Se encogió de hombros.
—Bueno, porque ella es mucho mi tipo.
—Haz lo que quieras. —Me encogí de hombros.
Sabía cuál era su intención. Quería empujarme a hablar, lo cierto es que no hay nada que confesar.
—Lo haré —guiñó, antes de salir de la habitación y dirigirse a asaltar el refrigerador, como siempre.
Me di una ducha rápida y me preparé para salir. Luc se encontraba justo donde lo había dejado antes.
—¿Por qué siempre comes en mi casa?
Me ignoró mientras comía un emparedado en la cocina. Levantó la vista de su teléfono y arrugó las cejas con interés.
—¿Vas a salir?
—Sí ¿Vienes? —cuestioné al tiempo que me arreglaba la chaqueta.
—Me encantaría, pero mañana tengo que madrugar. Quedé de ir a desayunar con mi madre.
—Como quieras.
Dejamos mi casa atrás y bajamos las escaleras. Seguimos hablando de su nuevo puesto en el negocio de su familia. No sé por qué se quejaba tanto. En su lugar, yo habría estado dando de saltos. Al menos su familia confiaba en él. Cuando llegamos al estacionamiento cada quien se fue por su lado.
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La excepción a la regla ©
ChickLitJamie sonríe a la vida de forma optimista, siempre dispuesta a encontrar el amor, quizá demasiado. Jamie entrega mucho y recibe poco. Jamie está cansada del círculo interminable en el que se encuentra y necesita saber la diferencia entre la excepc...