C a p í t u l o | 8

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En dos días iba a llevarse a cabo un evento de recaudación de fondos al que nos invitaron a mis padres y a mi. A ese evento asistiría una de mis mayores pesadillas durante la infancia: Thomas Powell.

Cuando yo era adolescente se la pasaba acosándome, no de forma extraña ni nada, pero lo suficientemente molesto como para fastidiarme al punto de evitarlo. Por lo que decían las malas lenguas, no había cambiado mucho y prefería ahorrarme la incomodidad. Tenía una idea en mente para eso, una muy estúpida, pero probablemente efectiva.

Estaba mirando a Braeden comerse su sándwich de manera bestial, no podía creer que aún así luciera atractivo... como hay gente con suerte, eh. Sacudí mi cabeza analizándolo bajo mi ojo clínico, y antes de echarme atrás y pensarlo mejor (porque soy la reina de las malas ideas) dije:

—¿Estás libre el sábado?

Asintió él, aún masticando y sin siquiera mirarme, lo que sea que estuviera viendo en su teléfono lo tenía muy entretenido.

—¿Y te harías pasar por mi novio?

La pregunta salió atropelladamente ,tan solo las palabras salieron de mi boca Braeden me miró de golpe, de pronto masticando más lento, prestando atención.

No lograba ver su expresión del todo detrás de sus lentes de sol, cerré los ojos unos segundos. Probablemente diría no, quería pensar que estaría preparada para su negativa, pero me encontraba nerviosa, esperando que dijera algo y no sólo me mirara sin decir nada. No era una cosa de vida o muerte después de todo, y si se negaba podría pedirle a alguien más ir conmigo, siempre se puede contratar a un actor ¿o no? Me mordí el labio dubitativa, cuando Braeden seguía sin responder continué:

—Sólo por unas horas. Y no tienes que hacerlo si no quieres, no te sientas comprom...

—Lo haré —respondió sin más. Sin siquiera prestarme atención, simplemente se concentró en su comida de nuevo.

—¿Sí? —dije sorprendida. Eso había sido demasiado fácil para ser cierto.

—Será divertido —sonrió.

Todavía con un poco de sospecha, asentí y bajé la mirada a mi sándwich a medio comer.

Pues ya estaba hecho. Realmente no esperaba que aceptara, podría ser una trampa, o quizá estaba demasiado dañada y siempre era que esperaba lo peor. Pero esperar lo peor por adelantado siempre es mejor que tener buenas expectativas y decepcionarte cuando las cosas no salen. Creo que si al final las cosas salen como esperas, la felicidad al final vale el doble.

—Bueno, entonces, es para un evento de caridad así que tienes que ir formal.

—Bien, bueno.

Entrecerré los ojos en su dirección y pregunté: —¿Cómo es tu traje? Porque tiene que ser algo elegante, quizá negro, es sobrio.

—Jamie, tengo buenos trajes— respondió ofendido.

—Bien, tiene que ser de clase.

Aunque no podía verlo, estaba segura de que había puesto los ojos en blanco detrás de sus lentes de sol.

—¿A qué hora pasaré por ti?

—Es un evento al medio día. No creo que dure mucho, pero tendrás una tarea.

—Te escucho.

—Alguien estará ahí...

—¿Ex?

—No exactamente.

—Entonces...

—Solo es alguien muy molesto. Se llama Thomas, por eso quiero que vayas conmigo y te hagas pasar por mi novio. Serás como un repelente.

La excepción a la regla © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora