C a p í t u l o | 5

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Esa mañana teníamos una junta de equipo en la oficina. Se supone que los días de junta debemos ir formales a trabajar, así que esa mañana salí de casa vistiendo un vestido negro sencillo ceñido a la cintura, y me estaba muriendo de frío, por suerte el vestido era con mangas así que aunque aún moría de frío, se sentía un poco menos como me calaba hasta los huesos.

Braeden ya esperaba dentro de la cafetería y llevaba puesto negro también. Cualquiera que nos viera diría que quedamos para coincidir. Y no fui la única que lo pensó porque en cuanto tomé asiento frente a él, repitió en voz alta lo que yo ya pensaba.

—Ey, coincidimos.

—Buenos días a ti también.

—Sí, Hola. ¿Qué llevas puesto?—dijo, recorriéndome con la mirada.

—Un vestido.

Braeden no dijo nada por un momento, en su lugar tomó un sorbo de café mientras me analizaba. Sus ojos claros recorrieron el poco escote y luego subieron lentamente por mi cuello hasta llegar a mi cara. Sentía un leve calor en mis mejillas ante su mirada atenta. El vacío en mi estomago se sintió caliente. Traté de mantener mi vista fija en su cara, pero cuando su atención recayó directo en mis ojos con esa mirada cálida sin decir nada, el aire comenzó a sentirse denso y no pude hacer nada más que desviar la vista a un punto detrás de él.

Moviéndome incómoda en la silla, carraspee. Eso pareció sacarlo de su burbuja.

—Te ves bien.

Aún podía sentir mis mejillas calientes.

—Gracias —respondí, dejando entrever lo tímida que me sentía, tanto por su inspección anterior como por su comentario.

—Te pedí un café. —Él señaló el café frente a mi. No me había dado cuenta de que estaba ahí.

—Gracias.

—¿Hay un evento especial hoy? Pensé que habías dicho que no a esa cita ayer cuando hablamos —dijo casi con desinterés.

—Lo hice. Hoy hay junta en el trabajo así que... —me encogí de hombros— ¿Y a qué vino tu invitación a un café?

Una mueca adornó sus labios casi de forma instantánea.

—Pensé que el trato iniciaba ya. Quedamos que yo te ayudo si tú me ayudas.

Aún no sabía que razones había detrás de su petición, por más que traté de pensar en algo nada llegó a mi mente. Estaría mintiendo si dijera que no sentía necesidad de descubrir qué había ahí dentro. Él dijo que no teníamos nada que saber el uno del otro, pero una parte de mí no podía evitarlo, sentir curiosidad por él.

—Es que no encuentro lógica en lo que pides, Braeden. Yo no sé cómo hacer a nadie bueno.

—Solo tienes que decirme cómo es un buen chico, como... no sé — pareció frustrado tratando de descubrir las palabras que necesitaba para expresarse. —Alguien que no fume o beba... yo... no lo sé.

—Supongo. Los chicos buenos que retratan en películas suelen ser amables y sonrientes, risueños, honestos, fieles, románticos.

—Esa es una larga lista.

—Yo no pongo las reglas.

La excepción a la regla © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora