Me giro sobresaltada. Y ahí esta el espectador número ocho apoyado sobre su hombro derecho y sosteniendo el cigarro, esta vez encendido, en la mano.
– Gracias, supongo –le sonrío tímidamente y doy una calada al cigarro dirigiendo mi mirada a la carretera.
Le oigo acerarse a mi y colocarse a mi lado. Mi mente debate sobre si girarme y mirarle o si ignorarle por completo. Definitivamente gana la segunda.
– ¿Trabajas aquí? –pregunta y siento como su mirada se clava en mi perfil.
– Si, pero solo de viernes a domingo.
Todavía no me giro, pero bajo la mirada hasta su mano y dedico unos segundos a apreciar los tatuajes que tiene en el dedo medio y en el anular. Parece darse cuenta ya que mueve lentamente la mano y carraspea.
– Me los hice en un viaje – añade–. Son una mierda, me los hizo un amigo.
Rio por su comentario y por primera vez me atrevo a levantar la mirada. Tiene el pelo un poco largo y un mechón rebelde cae por su frente. Su mirada definitivamente quema, tiene los ojos marrones, pero su intensidad es indudable. Su nariz se curva ligeramente y deja vista a unos labios gruesos, con un arco de cupido perfectamente marcado. Su mandíbula está definida al milímetro dándole un aspecto más varonil.
Salgo de mi trance al escucharle carraspear como había hecho instantes antes. He estado mirándole como una imbécil. Me giro rápidamente apoyando mi espalda contra la pared y le doy una calada al cigarro que se estaba consumiendo en mi mano. El espectador número ocho suelta una carcajada ronca y yo me sonrojo sin poder evitarlo. Mierda, Olivia y Matteo están tardando demasiado.
– ¿Cómo te llamas? –pregunta el chico sin apartar su mirada de mi.
– Anna, Anna Luca.
– Apellido italiano –hace una pausa –. Por tu acento apostaría cualquier cosa a que no eres italiana.
Me giro para observarle de nuevo, trato de reprimir la carcajada que estoy apunto de soltar al ver como trata de analizarme con la mirada.
– Efectivamente, soy española, pero mi padre si nació aquí; de ahí el apellido. Y tú qué, ¿Cómo te llamas?
– Damiano, Damiano David –dice como hice yo hace unos instantes.
Aguantamos la mirada unos instantes, estamos cerca, tan cerca que gracias a una nueva luz en la calle puedo apreciar que sus ojos también tienen un tono verdoso. Un fuerte pitido me saca de mis pensamientos, me giro y veo a mis amigos esperándome en el coche. Olivia sonríe triunfante y Matteo eleva una ceja sorprendido por la escena.
Me alejo del chico y recojo el bolso que, no se en que momento, he dejado apoyado en el suelo. Me despido con la mano y me acerco apresuradamente al coche de mi amiga. Con la mirada obligo a Matteo a salir del sitio del copiloto y dejármelo a mi. Este bufa y sale del coche con mala cara. Escucho una carcajada detrás mío y me subo al coche. Olivia arranca y yo miro a la pared en la que estaba apoyada.
– Nos vemos, Luca – se despide el chico con el que acabo de vivir uno de los momentos más surrealistas de la semana.
Sonrío torpemente y obligo a mi mejor amiga a acelerar. Me hace caso pero no tarda ni dos segundos en pegar un grito y empezar el interrogatorio, mismas preguntas de siempre; ¿Quién era ese? ¿Por qué yo no le conozco? ¿De qué le conoces tu? ¿Cómo lo haces para ligar siempre en cualquier sitio? Y por último, afirmación final: joder está buenísimo.
Me rio y trato de responderle a las preguntas, como puedo, ya que yo tampoco sé mucho del chico. Así que le cuento que ha entrado al bar, que me lo he encontrado luego en la salida y que hemos compartido, literalmente, cuatro palabras.
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Sin sentimientos
RomanceMi nombre es Anna, Anna Luca. Tengo la vida de una universitaria española normal y corriente, aunque en Roma. Mis días son de lo más monótono , salir con amigos, ir de fiesta, y perder horas en un trabajo mediocre para pagarme la comida. Tengo un...