Nos montamos en su coche a trompicones, las copas que me he tomado empiezan a hacer su efecto y me llevan a moverme sin necesidad de darle dos vueltas a lo que quiero hacer.
Damiano arranca el coche y posa una mano sobre mi muslo. Giro mi cara hacia él de forma instintiva y me regala una sonrisa que esconde algo más que ganas de jugar. Poso mi mano sobre la suya y se la acaricio con cariño.
– ¿A cuánto estamos de tu casa?
– Más o menos unos quince minutos, ¿por?
Yo niego y desvío mi mirada hacia la ventana. Es el momento de empezar a jugar. Deslizo mi mano izquierda hacia el muslo de Damiano y la subo lentamente hasta su entrepierna. El italiano me mira con incredulidad y levanta las cejas a la vez que se acomoda ligeramente en el asiento del conductor.
Sin pensarlo dos veces le bajo la cremallera de sus pantalones de traje mientras que, mirándome todavía con sorpresa, levanta ligeramente sus caderas poder bajarle la prenda y tener mejor acceso.
– ¿Qué vas a hacer? –pregunta paseando su lengua ligeramente sobre su labio inferior.
– Jugar.
Poso mi mano sobre su erección y empiezo a moverla de forma lenta hacia arriba y abajo. Siento como Damiano traga pesadamente y suspira. Me acerco a su cuello y sin cesar los movimientos de mi mano chupo su cuello pasando disimuladamente por el lóbulo de su oreja. La mano del italiano se despega como acto reflejo del volante para agarrarme y pegarme más a él.
– No no, tú a conducir. Tampoco quiero un accidente –digo negando con la cabeza y conduciendo su mano de nuevo hacia el volante.
Gruñe en respuesta y yo vuelvo de nuevo a lo que estaba haciendo. Me agacho hasta que mi boca se encuentra con la punta de su longitud. Paso mi lengua de arriba a abajo centrándome en el final de esta. Escucho al italiano suspirar y gruñir cosas en su idioma consiguiendo que me caliente mucho más y tener más ganas de seguir con este juego.
Su mano se posa sobre mi cabeza conduciendo su miembro hasta el final de mi garganta. Empiezo a mojarme al escuchar como gime bajito y trato de aliviarme rozando mis piernas entre sí, aunque la postura en el coche no termina de ayudarme.
– Joder Luca no sabes como me tienes... –dice entre jadeos recogiendo mi pelo en una coleta mal hecha.
Yo simplemente levanto mi mirada sin separarme de él. Nuestros ojos chocan. Sus pupilas están totalmente dilatadas y siento como su pecho sube y baja sin control.
Separa su mirada de la mía para dirigirla de nuevo a la carretera aunque sin soltarme el pelo. Yo continuo subiendo y bajando, lamiendo con cuidado aunque con ganas, y disfrutando de los pequeños sonidos que salen de la garganta del italiano.
Cuando estoy a punto de separarme de él par masturbarle de nuevo siento como el coche para de un frenazo brusco. Levanto la cabeza confundida y sin tiempo a reaccionar el italiano me sienta sobre su regazo y une nuestros labios con agresividad. Gimo en respuesta y él solo me acerca más a su cuerpo tirando de mi cintura.
Su mano derecha se cuela sin piedad por debajo de mi falda mientras con la izquierda mantiene su agarre consiguiendo que no pueda moverme. Pasea sus dedos por la parte interna de mis muslos hasta que llega a mi ropa interior, y tras moverla a un lado, desliza uno de sus dedos dentro de mí. Arqueo la espalda en respuesta consiguiendo que nos rocemos sin tela de por medio. Ambos gemimos y Damiano introduce otro dedo en mí.
– Italiano, que todavía no hemos llegado a tu casa– le reprocho entre gemidos.
Como respuesta él simplemente me acaricia y desliza un tercer dedo en mi interior.
–Joder...–suspiro.
Nos tocamos mutuamente. Damiano tarda un segundo en pegarse a mi cuello y succionar.
Que maravilla la marca que tendré mañana.
Sin pensármelo dos veces, y moviéndome por el calentón que llevo encima, levanto ligeramente mis caderas, me acerco más al espectador número ocho y empiezo a bajar.
Pero me frena.
Literalmente me agarra de la cintura y me frena.
Le miro con indignación y este me niega con la cabeza.
– Nuestra primera vez no va a ser así– mira a nuestro alrededor. –En un coche aparcado en un parking de mierda– me explica ante mi cara de no entender nada, todavía sin soltarme.
Le miro atónita mientras me aparto el pelo de la cara.
– ¡Pero si has sido tú el que ha parado el coche!– reprocho indignada.
– Hombre pues claro, como siguiese conduciendo contigo ahí... abajo –hace una pausa para tragar saliva,– nos hubiésemos estampado en cualquier momento.
Trato de reprimir una carcajada al ver su cara recordándome hace unos instantes y me bajo de encima suyo, tras recolocarme la falda, para sentarme de nuevo en el asiento del copiloto.
– Muy bien, pues llévame a tu casa entonces.
El italiano me sonríe, pone en marcha el coche y tras acariciarme con cariño la cara para acercarme a él, me susurra.
– Vamos.
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Sin sentimientos
RomantizmMi nombre es Anna, Anna Luca. Tengo la vida de una universitaria española normal y corriente, aunque en Roma. Mis días son de lo más monótono , salir con amigos, ir de fiesta, y perder horas en un trabajo mediocre para pagarme la comida. Tengo un...