Damiano me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja y acaricia mi mejilla con cariño.
– Gracias por el halago, pero aún así no te puedes poner como una bestia por verme bailar con otra persona –digo sosteniéndole la mirada.
– El problema es que no es cualquier persona –apunta. –El problema es que es Leo, y le conozco.
– Ya. Pero lo que yo quiera también entra en juego, y para tu información, no habría hecho nada con él estando tu delante.
Damiano eleva una ceja y apoya su mano al lado de mi cabeza, dejándome encerrada entre su cuerpo y la pared.
– ¿ Y si no hubiese estado yo delante? –pregunta sin separarse.
– ¿Qué?
– ¿Hubieses hecho algo con él si yo no hubiese estado delante? –cuestiona pausadamente.
– Es guapo –digo encogiéndome de hombros con la única intención de picarle.
El italiano clava sus ojos en los míos. Pasa de uno a otro, buscando un ápice de humor en mi afirmación, pero no lo va a encontrar. Suspira con frustración al ver que no cambio de opinión, pero su expresión cambia enseguida a una marcada por una sonrisa desafiante. Con su mano libre me acaricia el muslo, deslizándose delicadamente hacia arriba.
Quiere jugar.
– Así que es guapo, ¿no? –dice moviendo su mano de un lado a otro.
Yo cierro los ojos ante su tacto y asiento.
– ¿Más que yo? –pregunta subiendo su mano.
Me muerdo el labio y cuando estoy a punto de contestarle tira mi ropa interior hacia un lado y hunde un dedo en mí.
– Mírame cuando te hablo – gruñe suavemente sobre mis labios.
Abro los ojos con intención de responderle pero hunde otro dedo en mí. Me estremezco y arqueo la espalda. Me agarro a su brazo con fuerza para no perder el equilibrio y clavo mis uñas en su piel.
– Contéstame nena, ¿te gusta más que yo? –dice con voz grave pegado a mi cuello.
Muevo las caderas instintivamente al sentir como me acaricia y él sonríe sobre mi piel. Sus dedos se mueven debajo de mi falda y la mano que estaba apoyada en la pared ha pasado a encontrar mejor agarre en mi cuello.
– Como vuelvas a moverte así tendré que llevarte al callejón más cercano para follarte ahí mismo –dice esta vez cerca de mi oído.
Yo solo gimo en respuesta.
Ya no puedo más.
Pierdo el control de mi respiración.
Me agarro a su espalda.
Me arqueo de nuevo y el italiano gruñe.
Y cuando estoy a punto de correrme en medio de la calle, delante de una discoteca llena de gente, Damiano frena sus movimientos de golpe.
Elevo mi mirada, confundida y me encuentro con una sonrisa burlona además una mirada provocadora.
– Todavía no me has respondido.
Pongo los ojos en blanco. No me puedo creer que esté jugando tan sucio.
Le regalo una mirada de odio e intento alejarle de mí de un empujón, pero no se mueve.
– Respóndeme y acabaré lo que he empezado –dice.
Me acaricia suavemente una vez más, dándome a entender lo que quiere.
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Sin sentimientos
RomanceMi nombre es Anna, Anna Luca. Tengo la vida de una universitaria española normal y corriente, aunque en Roma. Mis días son de lo más monótono , salir con amigos, ir de fiesta, y perder horas en un trabajo mediocre para pagarme la comida. Tengo un...