Capítulo 21: "Galletas"

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El joven caminaba cargando la peluda criatura dentro de la jaula. Llevaba sus 5 sentidos alerta, odiaría saber que Elena lo estaba siguiendo; Si bien la bella joven no era una amenaza mayor para el culto, para él sería horroroso acabar con la vida de una muchacha que, por lo que ella le había confesado, recién había empezado a vivir su vida.

Ella era... extraña, según la clasificación que Heisenberg tenía sobre Elena. Era realmente agotador estar con ella, una joven difícil de seguirle el paso. Era novedosa, impredecible, curiosa... Muy dulce y bella. Una combinación diferente.

Ese día fue diferente a los otros, Heisenberg estaba pensando en otras cosas, no en el culto. Todos los días eran iguales, los mismos pensamientos, la misma rutina, la misma soledad. Ese día subió a un árbol, habló de sentimientos, sopló una mariquita; A pesar de ser cosas muy simples, para él fue una "Primera vez".

Elena observó al joven alejarse, hasta que lo perdió de vista

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Elena observó al joven alejarse, hasta que lo perdió de vista. Su mente estaba nublada, un montón de emociones electrizaban su cuerpo, tenía muchas preguntas, curiosidad, alegría y una punzada en su pecho. La presión que generaba esa emoción en su ser no era dolorosa ni incómoda. Su cuerpo desató ese nudo de forma automática generando un fuerte y profundo suspiro dejando a la joven embobada dibujando una delicada sonrisa en su rostro, mientras sus blancas manos posaban juntas sobre su pecho.

Las aves cantaban alegremente, Elena vagó por el bosque, ella estaba en paz. La presión en su pecho volvió, la sensación era extraña, pero le gustaba. Dando brincos, repetidos suspiros, y mímicas de danza, poniendo sus brazos en el aire simulando estar sujeta al amarre de su imaginario compañero de vals. Dando un rápido giro, las telas de su vestido se elevaron mientras ella levantaba sus brazos, para dejarse caer entre la suave hierva del bosque. Miró el cielo, puso sus manos en su pecho y suspiró por última vez.

-        ¡Rápido abre la jaula! – Gritó una de las niñas

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- ¡Rápido abre la jaula! – Gritó una de las niñas

Heisenberg abrió la jaula, el peludito animal salió corriendo por uno de los pasillos. Las hijas de Dimitrescu se le quedaron viendo unos segundos, para después materializarse en moscas y volar detrás de él. A la lejanía se escuchaban las carcajadas de Alcina, viendo como sus hijas perseguían al conejo, para acabar con su vida y finalmente devorarlo.

Ya no me queda nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora