Capítulo 7: "¡Leven anclas!"

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Elena entró por la ventana, arrastrando la cálida manta subió las escaleras, entró a su habitación y volvió a meterse en la cama. La luz de la luna hacía entrar tenues rayos por su ventana, sentada en la cama miró a su alrededor, abrazó la bufanda y la olió, sintió el delicioso perfume de Henry. No podía pedir más, la vida le está dando una oportunidad para ser feliz, la emoción y los pensamientos no la dejaban dormir, pensó en su abuelo.

Bajó de la cama, y entre su equipaje, sacó la caja de zapatos llena de las cartas de su abuelo. Buscó una en particular. Ella sabía que esto era obra de su abuelo y de la santa fe que este tenía. La encontró, una bella carta en donde tenía escrita una oración.

"Dioses, oíd nuestra voz,

Juntos como uno en reverencia.

Os invocamos en la oscuridad,

Para entregarnos a nuestro destino.

La luna de medianoche sobre alas negras se alza,

Este es nuestro sacrificio y esperamos la luz del alba.

En la vida y en la muerte, damos gloria,

Madre Miranda."

- Gracias... - Susurró Elena después de terminar la oración.

Eran las 9 de la mañana Elena se estaba dando su último baño en casa, no recordaba la última vez que había estado tan feliz, cantaba una hermosa opera mientras enjabonaba uno de sus blancos y delgados brazos

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Eran las 9 de la mañana Elena se estaba dando su último baño en casa, no recordaba la última vez que había estado tan feliz, cantaba una hermosa opera mientras enjabonaba uno de sus blancos y delgados brazos.

Albert despertó, a lo lejos escuchaba la afinada y aguda voz de su hija. Se sentó en la cama:

"Piensa en mí, con toda la dulzura,

Cuando nos hayamos dado el adiós.

Recuérdame de cuando en cuando,

Prométeme que lo intentarás.

Cuando descubras,

Que anhelas de nuevo.

Ser libre y recuperar tú corazón,

Si encuentras la ocasión,

Piensa un instante en mí.

El hombre podía sentir la felicidad de su hija. Del baño de la habitación salió su mujer poniéndose una bata sobre su delgado cuerpo, mientras su cabello naranja estaba tomado.

- Elena me despertó, odio cuando canta tan temprano – Dijo la mujer estirando su rostro para verificar las arrugas de este, frente a un espejo.

- Ella está feliz, hace tiempo no la escuchaba así – Dijo Albert, levantándose de la cama para abrazar por detrás a su mujer.

- Claro que está feliz, siempre soñó con ir a las tierras de Victorino. Creo que Elena salió a ti, a mí nunca me interesó vivir en un lugar tan sucio – Dijo la mujer poniéndose labial, mientras su esposo aún la abrazaba por detrás.

Ya no me queda nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora