Capítulo 17: "Flores amarillas"

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Eran las 7 de la tarde, el sol ya se estaba escondiendo. Los locales ayudaban a limpiar las mesas y a llevarlas dentro de las casas. Donna sobaba la espalda de su hermano mientras éste vomitaba en unos matorrales.

- Te dije que no bebieras tanto – Dijo la muchacha mientras recogía el cabello de su hermano para que este no lo empapase en vómito.

- Donna, Cariño. Dile a Luiza que el pollo con papas estuvo delicioso – Dijo el joven limpiando su boca con la manga de su camisa, mientras saboreaba el mal sabor de boca – Es una lástima que lo esté vomitando, deberíamos volver para comerlo de nuevo.

- ¡No iremos a ninguna otra parte que no sea tú fábrica, ahora mueve el culo! – Gritó la joven ya molesta

-          ¡No iremos a ninguna otra parte que no sea tú fábrica, ahora mueve el culo! – Gritó la joven ya molesta

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Elena ayudó a mover mesas y sillas, todos los invitados ya cansados se escondieron temprano en sus casas. Vio como las mujeres se llevaban a sus esposos ebrios a casa y como Donna ayudaba a mantenerse en pie a Karl.

Todo salió de maravilla; Elena agradeció la comida, cansada caminó a su cabaña. Dentro se quitó los zapatos, dio un profundo suspiro y se lanzó sobre la cama. Su habitación se tornó naranja, miró a la ventana y vio como el sol empezó a cambiar de color. Salió de su habitación y vio las bellas flores amarillas sobre la mesa.

- Son perfectas para mi patio delantero – Pensó

Donna estaba cansada, debía cargar a Angie y a la vez a su moribundo hermano

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Donna estaba cansada, debía cargar a Angie y a la vez a su moribundo hermano. Heisenberg no dejaba de decir cosas sin sentido con un caminar torpe.

- Vamos, Karl colabora – Dijo Angie dando golpecitos en el rostro de Heisenberg con sus delicadas manos de madera.

- Es inútil, Angie. Está muy ebrio – Dijo Donna en un tono dificultoso y agotado

- Está haciendo calor, quitémonos la ropa – Agregó Heisenberg entre risas

- Eres un degenerado – Le dijo Donna

Heisenberg estaba delirando, estaba a punto de desmayarse de la embriaguez. Al momento de perder la conciencia quiso sujetarse de Donna, pero no pudo, solo alcanzó a jalar el velo de la muchacha, dejando ver su secreto. La palpitante y enorme cicatriz que cubría su ojo derecho.

Ya no me queda nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora