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Cerré los ojos. «Cuando los abras, lo que verás será distinto.» Con el corazón en la garganta, abrí mínimamente un solo ojo. La imagen no había cambiado. Había muchísima sangre. Hannah y Aidan seguían inmóviles en el suelo.

Millie soltó un grito tan agudo que ni parecía humano.

«Esto no es real. Estoy soñando. Tengo que estar soñando.»

—Hannah —susurré. Y mi voz quedó ahogada por el mar de sollozos y gritos de Millie—. ¡Aidan!

No respondían. Mi cabeza empezó a dar vueltas ¿Cómo? ¿Quién? ¿Por qué? La conmoción me había dejado helada. Me agarré a la encimera y clavé las uñas en la superficie de madera. No podía moverme. Estaba paralizada. Y tampoco podía apartar la vista.

«Dios mío. ¡Haz algo! ¡Ayúdalos!»

Finn se arrodilló junto a ellos. Movió las manos cerca de Aidan, como si quisiera tocarlo pero el miedo le impidiera hacerlo.

—¡Mierda! —exclamó—. ¡Que alguien haga algo! ¡Llamen a una ambulancia!

Era demasiado tarde. Los labios siempre rojos de Hannah tenían un tono rosa claro, su piel estaba apagada y gris. De su oído brotaba sangre seca que se derramaba hasta el suelo..El pulso se me aceleró.

«Están muertos. ¡Están muertos! ¡No, no, no, no!»

Caí de rodillas a su lado, ignorando la polémica sobre qué debíamos hacer que se desarrollaba a mis espaldas.

«Esto no está pasando.»

Hannah tenía los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo. A lo mejor no estaba muerta. Tal vez mi mejor amiga tuviera oportunidades de sobrevivir. Si conseguía que abriera los ojos, todo iría bien. «Todo irá bien», empecé a repetirme mentalmente una y otra vez.

—Hann, despierta.

Le aparté de la cara los mechones pelirrojos. Sabía que no le gustaba nada que la pollina le quedara mal ¿Por qué no llegaba la ayuda?

—Necesitamos una ambulancia ahora mismo. Que alguien pida ayuda ¡Necesitamos ayuda! —rugí. Alguien tenía que despertarla—. Necesita ayuda. ¡Que alguien la ayude! ¡Por favor! ¡Dios mío, ayúdala!

Oí que alguien se arrodillaba a mi lado.

—¿Mackenzie?

Era Millie.

—Se ha ido, Mack. Tenemos que... no sé qué tenemos que hacer.

Me tiró del brazo. Creí que se me doblarían las piernas, pero de un modo u otro reuní las fuerzas necesarias para incorporarme.

—Pero ¿quién ha hecho esto? —sollocé.

Me llevé la mano a la boca para controlar las náuseas. «¡Deja ya de mirar!» No quería ver más aquella escena de terror, pero ¿por qué no podía dejar de mirarla?

Noah se giró en redondo hacia los demás.

—Tiene razón. ¿Dónde está? ¿O dónde están?

El miedo se me clavó en el estómago. ¿Estarían los asesinos todavía en la casa?

Ryan tragó saliva, mirando el rostro de su hermano. Aidan tenía aún los ojos abiertos, aunque casi en blanco. Tenía el aspecto que siempre me había imaginado que tendría un cadáver.

—¿Dónde está quién? —dijo en voz baja.

—¡El hijo de puta que acaba de asesinar a nuestros amigos! —le espetó Finn como respuesta.

Échame la Culpa [R.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora