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Cuando enfilé el camino de acceso a casa de Finn vi algo delante de la casa de su vecino que me llamó la atención. Me acerqué a los arbustos que separaban ambas casas y asomé la cabeza entre ellos. Me quedé boquiabierta. Finn ocupaba el asiento posterior del coche de Goode. En el asiento del acompañante había otro agente, sentado con el cuerpo de lado, que hablaba con Finn.

Me llevé la mano el estómago, pues noté que se me acababa de formar un nudo, y miré fijamente la escena hasta que, un segundo después, Goode puso el coche en marcha y se fue... ¡con Finn en el asiento trasero del coche patrulla! Ryan se había ido hacía ya un buen rato; de lo contrario, habríamos seguido a Goode ¿Qué estaba pasando? ¿Habrían arrestado a Finn?

Eché a andar hacia casa de Millie, plantando un pie delante del otro como si fuera un robot. Me temblaban las manos. Estaba ya a medio camino cuando saqué el teléfono del bolsillo y marqué el número. Confiaba en Finn, pero la situación me ponía enferma y me resultaba terriblemente incómoda.

«Contesta, Contesta.»

Me pegué el teléfono a la oreja hasta tal punto que empezó a dolerme.

—Goode acaba de llevarse a Finn a comisaría —dije en cuanto Ryan menrespondió.

—Oh, sí, estoy bien. Gracias ¿Y tú?

Suspiré y me rasqué la frente. Sería estupendo poder mantener una conversación con él que no fuera complicada.

—Olvídate de tu ironía aunque sea solo cinco segundos. ¿Qué querrá de él?

—Supongo que no será una sorpresa para ti, pero te aseguro que no estoy loco.

—Ryan —le espeté—. ¿Por qué no te tomas nada en serio?

—Me lo estoy tomando muy en serio. No tengo ni idea de lo que Goode puede querer de él —replicó, en un tono algo frío. Ruam tenía sus teorías y, por una vez, me apetecía conocer una de ellas.

—Sé que me mientes. ¿Por qué no me dices qué estás pensando?

—Pues porque, señorita Keaton, te estás tomando demasiado en serio tu trabajo como detective.

«Y confías demasiado en tus amigos», añadí en silencio, puesto que sabía que era justo eso lo que Ryan quería decirme.

—Dímelo, Ryan. Por favor.

—La sangre, Mackenzie. Creo que deben de tener ya los resultados y que la sangre es de Finn

Ni siquiera se me había ocurrido.

—No —dije—. La sangre... es imposible que sea de él. Finn nunca le haría daño a nadie.

—Lo que tú digas —contestó Ryan, y me lo imaginé esbozando una mueca de exasperación—. Llámame cuando sepas algo más.

Me estremecí de frío. El sol se había escondido detrás de una nube, abandonándome.

—¿Por qué? ¿Qué estás haciendo?

—¿De verdad quieres saberlo?

—Adiós, Ryan —dije, y colgué el teléfono porque no estaba de humor para más chistecitos estúpidos.

Seguí andando hacia casa de Millie e intenté calmarme. Seguramente se trataría de un interrogatorio rutinario y nos irían llamando otra vez a todos. Era eso. No podía permitir que ver a Finn sentado dentro de un coche patrulla acabara obsesionándome.

Antes de llamar a la puerta de casa de Millie envié un mensaje de texto a mis padres para decirles que había llegado sana y salva. En aquellos momentos necesitaban estar al corriente de todos mis movimientos.

Échame la Culpa [R.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora