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Cuando regresamos de la cabaña, Ryan y yo pasamos por comisaría a dejarle el paquete manchado de sangre a un perplejo Goode y luego fuimos a casa de Ryan. En el instante en que cruzamos la puerta adiviné que lo que más deseaba Ryan en el mundo era volver a irse de allí. Entró en la sala de estar muy despacio. Su madre estaba sentada en el mismo sillón donde había pasado todo el velatorio de Aidan. La televisión estaba encendida, pero me dio la impresión de que no la estaba viendo. Tenía la mirada perdida y no se movía. Solo podías adivinar que seguía con vida por el movimiento de su pecho al respirar.

—Hola, Lauren —dije a la estatua en la que se había convertido la madre de Ryan

La mujer ni siquiera parpadeó. Miré a Ryan, pidiéndole ayuda. Ryan movió la cabeza con discreción y fue como si sus labios perdieran volumen. Imaginé que aquella coraza era la actitud habitual de su madre en aquellos momentos.

—Subamos a mi habitación —dijo.

Miré una vez más a su madre y seguí a Ryan. Lauren tenía los ojos enrojecidos y hundidos. El cabello grasiento y recogido en una cola de caballo alta y descuidada. Daba la impresión de que había desconectado del mundo hacía días y que se había abandonado por completo.

—¿Se encuentra bien? —le pregunté a Ryan

Esperé a llegar al piso de arriba, aunque creo que ni siquiera se habría enterado si me hubiese oído formularle la pregunta a Ryan justo delante de ella.

—La verdad es que no.

Empujó la puerta y me indicó con un gesto que pasara yo primero.

«Caray, es capaz incluso de comportarse como un caballero.»

La habitación era sencilla y apenas tenía decoración. Las paredes estaban pintadas de un tono azul claro anodino y no tenían nada colgado que las personalizara un poco. El mobiliario consistía en una cama de matrimonio, una mesita de noche y un armario. En la pared de enfrente de la cama había un televisor de pantalla plana que parecía bastante antiguo, y supuse que iría a parar allí cuando lo sustituyeron en alguna parte de la casa por otro más nuevo. Imaginé a Lauren comprando un aparato nuevo para el salón y diciendo: «El viejo podemos dejarlo en el cuarto de Ryan». El dormitorio de Ryan me recordaba a la habitación de un hotel barato.

—Nunca he pasado mucho tiempo aquí —me comentó.

—Está bien. —No entendía por qué tenía que darme explicaciones. A mí me daba igual el aspecto que tuviera su cuarto—. ¿Has tenido noticias de Goode?

—No, pero no me extraña, porque hace apenas dos minutos que salimos de
allí.

Me senté en la cama.

—Tienes razón, pero es que estoy impaciente.

—Siéntete como en casa, por favor —dijo, medio en broma. Y añadió—: Creo que lo hace a propósito.

—¿El qué? ¿No decirnos nada?

Se dejó caer en la cama y boté.

—Sí. Tal vez pienses que se dedica las veinticuatro horas del día a nuestro caso, pero dudo mucho que sea así. Sea lo que sea que esperemos nosotros, él seguro que está haciendo lo contrario.

—Para molestarnos. No parece un detective muy normal.

—No sé —dijo Ryan, encogiéndose de hombros con indiferencia—. Si yo tuviese su cargo, creo que sería creído y arrogante.

Resoplé y me miró con sorna: si él tuviese su cargo...

—Sigamos —dijo. Su mirada me dio a entender que se lo estaba pasando en grande—. ¿Qué actividades divertidas nos tienes preparadas? ¿Abrir tumbas? ¿Rastrear las cloacas?

Échame la Culpa [R.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora