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Viernes, 21 de agosto

Aparqué delante de la cabaña y las manos me empezaron a temblar. No había estado allí desde que la policía se nos llevó a bordo de los coches patrulla y no deseaba volver a entrar nunca más. Pero tenía que pensar. A la policía se le tenía que haber pasado alguna cosa por alto, porque me estaba volviendo loca. Pensar que la gente en quien más confiaba en el mundo era capaz de cometer un acto tan atroz como aquel no iba conmigo. En la cabaña tenía que haber pistas. Era imposible asesinar a dos personas de un modo tan violento y sangriento y no dejar ningún rastro.

El teléfono me vibró en el bolsillo y me quedé paralizada. Lo saqué con cuidado y toqué la pantalla. Noah ya me había llamado ocho veces en lo que iba de día y yo había ignorado todas sus llamadas. Nunca se había mostrado tan insistente. Suspiré y puse el teléfono en silencio.

Vi el Audi de Ryan en el camino de acceso, pero no me sorprendió. No tenía ningún otro lugar adonde ir para alejarse de su familia e imaginé que en casa de su madre tenía que sentirse tremendamente incómodo. De momento no podía volver a casa con su padre porque nos habían obligado a todos a permanecer en la ciudad. La cabaña estaba acordonada con la cinta de la policía, pero la puerta de entrada estaba abierta, por lo que deduje que a Ryan le daba igual que fuera una escena del crimen cerrada al público. También a mí. Yo era una persona que en. condiciones normales acataba las reglas, pero ahora no había tiempo para eso. Alguien tenía que averiguar qué había pasado, y tenía que hacerlo rápido. ¿Y si al asesino se le ocurría ir a por el resto de nosotros?

Ignorando el tamborileo de mi corazón, entré en la cabaña y miré a mi alrededor en busca de Ryan. Era un desastre. Todo estaba patas arriba. Los cojines del sofá estaban tirados por el suelo. Habían movido los muebles. Habían descolgado las fotografías de la pared y las habían dejado sobre la mesita auxiliar.

Ryan estaba junto a la ventana, mirando hacia el exterior con la mirada perdida. Tosí para aclararme la garganta y para avisar de mi presencia. Volteo la cabeza hacia donde yo estaba y arqueó una ceja.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

No estaba dispuesta a dejarme intimidar y enderecé la espalda. «Estoy
intentando demostrarme que Noah no es el asesino y pretendo averiguar quién fue.»

—¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

—La cabaña es mía. Ahora te toca responder a ti.

—He venido a buscar... —Me interrumpí. Encorvé la espalda, derrotada. ¿A quién pretendía engañar? No tenía ni idea de cómo capturar a un asesino—. No sé. Cualquier cosa que pueda encontrar, supongo.

Ryan ladeó la cabeza.

—Estás buscando a un asesino. ¿Qué te hace pensar que encontrarás una pista que docenas de policías y detectives no han podido encontrar? Han peinado hasta el último rincón de esta cabaña, Mackenzie. Aquí no hay nada que ver.

—Ellos no tienen tanto que perder como yo, y tampoco sabemos que no hayan encontrado nada.

Ryan suspiró.

—Tú siempre tan dramática.

—¿Qué ha pasado aquí? —pregunté, ignorando el comentario.

—La policía debe de haber estado buscando la ropa del asesino. Tienen el cuchillo. Era uno de los nuestros.

—¿Sí? —«¡El cuchillo! En el cuchillo debe de haber huellas.»—. ¿Y?

—Y tienen el cuchillo —replicó, socarrón—. Todos utilizamos los cuchillos cuando estuvimos cocinando... y prácticamente todos los demás utensilios. Dudo que puedan averiguar gran cosa a partir de ahí.

Échame la Culpa [R.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora