Índigo

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Nicholas estaba recostado sobre su cama sin poder conciliar el sueño, se le había notificado el día anterior que debía partir con los príncipes y la nueva selección de guardias hacia Althea para ser entrenados.

Estaba consciente de que al viajar alguien de la familia real debía estar acompañado por guardias que estuvieran preparados para enfrentar cualquier peligro pero, ¿por qué habían decidido enviar a una tropa llena de hombres que no habían crecido con el conocimiento de un guerrero? No tenía sentido. Sus pensamientos lo atormentaban ya que no sólo los príncipes irían acompañados de unos soldados inexpertos sino que también la ciudad se quedaría sin él, el capitán de la guardia ¿Qué es lo que pasaría si hubiera un ataque y no había nadie que liderara a los soldados?
Sabía que aún siendo quien era no estaba en condiciones para exigir explicaciones sobre las decisiones que tomaran sus superiores. Aunque no estuviera de acuerdo, él le era leal a su rey y estaba dispuesto a dar su vida por ellos de ser necesario.

Las horas pasaron como agua entre los dedos y ahora los primeros rayos del sol comenzaban a atravesar su ventana.

Con pesadez se puso de pie y se dirigió al baño para asearse y prepararse para partir. Sus cabellos estaban revueltos, cosa que era muy inusual así que se dio un baño rápido para estar mas presentable. Sus ojos color ámbar resaltaban vibrantes ante su falta de sueño. Se vistió con ropas especiales para la época de frío y la capa con el emblema de la familia real. 
Salió de su habitación y caminó deprisa rumbo a los aposentos de Odette; aunque no hubiera entrenamiento sabía que si la dejaba dormir más tiempo nunca estaría lista. Se estaba acostumbrando a su compañía y a sus berrinches sin sentido cuando algo no salía como ella quería... Por esa misma razón no estaba seguro de la manera en la que la encontraría después de enterarse sobre la decisión de los reyes sobre su inminente matrimonio con uno de los herederos.

Si a él le había caído como un balde de agua fría la noticia, no quería imaginarse como lo habría tomado ella.
Sin darse cuenta se encontraba corriendo hacia la torre donde se encontraba Odette, los guardias lo miraban desconcertados al verlo pasar pero a Nicholas no le importaba, debía saberlo... Saber como estaba.  Después de todo, que el estuviera aquí no tenia nada de extraño ya que era su trabajo después de todo.

Llamó a la puerta pero como siempre, nadie respondió.
<Dormida cómo siempre> pensó el capitán y entró a la habitación.
<Se nos hará tarde> gritó <Espero que ya estés lista...>.

Para su sorpresa la encontró en el suelo cerca de la chimenea dormida entre un mar de libros. Aún traía puesto el mismo vestido del día anterior.
Nicholas la miró y una calidez comenzó a formarse en su interior. Se quitó la capa con una mano, la dejó sobre uno de los sillones y se acercó a ella. Una flama de color del arcoíris nació de la palma de su mano y encendió la chimenea. Debería estar encendida, así lo habia ordenado pero por razones que desconocía lo habían desobedecido.

<Odette> murmuró y toco su hombro suavemente <Ya es de día, ¿Porqué te quedaste dormida en el suelo?>.
Ella abrió lentamente sus ojos y bostezó mientras tomaba la mano de Nicholas.
<¿Qué haces en el suelo?> repitió.
<Perdí la noción del tiempo leyendo, ¿ya es hora?> parpadeaba con pesadez, le costaba poner atención a le decía.
<Sí> confirmó el capitán <Ven, déjame ayudarte>.

La levantó en brazos y la ayudó a ponerse de pie. Su peso era similar al de una pluma, pequeña y delicada. Sus cabellos largos estaban desordenados y no pudo evitar pasar su mano sobre ellos para acomodarlos un poco. Los ojos grises de Odette brillaban de una manera especial con los colores únicos de su fuego gracias a la luz que reflejaba la chimenea al grado de robarle el aliento. Sus pestañas espesas adornaba su mirada a la perfección y su labio inferior temblaba delicadamente.

Heredera de Hielo y Fuego [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora