Él se había cerciorado de que ellos estuvieran bien. De que no estuvieran heridos y que hubieran salido con todos sus miembros conectados a su cuerpo. Personalmente a Elián no le importaba si ellos vivían o morían. Ya había sido muy sincero respecto a eso, pero era diferente para Odette. Ella sólo aceptaría permanecer lejos con él si sabía que sus camaradas estaban a salvo y él no desaprovecharía la oportunidad de llevársela lejos de ese peligro constante al que esa joven se enfrentaba cada día que pasaba.
"No entiendo porqué pones la cara en vez de las manos al caer," susurró en los oídos de Odette al tomarla entre sus brazos. "Tienes una suerte enorme de sanar casi de inmediato y que esto no dejará marcas en tu hermoso rostro".
El hombre de orejas puntiagudas la apretó contra su cuerpo y desapareció con ella dejando tras de sí un poco de escarcha sobre el suelo.
(...)
El viento invernal mecía los árboles y los invitaba a una danza que solo ellos conocían. Los animales se refugiaban del cruel invierno que los bañaba cada paso de estaciones. No había más sonido que el de los aullidos de criaturas que ningún ser humano había visto jamás. El cielo estaba opacado en nubes grisáceas y caía una lluvia ligera bañándolos, como si quisiera ser parte de ellos.
Elián avanzaba con gracia y delicadeza sin detenerse. En sus brazos yacía una Odette inconsciente y ajena a lo que ocurría a su alrededor. El vestido hecho añicos caía sin movimiento a sus costados. Sus sueños parecían turbios. Algo la atormentaba. Apretaba sus ojos con fuerza como si temiera despertar. Sus largos cabellos blancos comenzaban a tornarse oscuros de nuevo y su calor corporal aumentaba con cada minuto que pasaba.
"No estás sola," le susurró. "Estaré contigo" acarició su rostro con una mano y deseó poder quitar todas sus penas.
El viaje era largo, de un par de días. Para él era como un paseo por el parque, la distancia no lo molestaba ni lo agotaba. Sus decididos pasos que no cesaban hacían crujir las pequeñas ramas del suelo bajo sus botas de piel.
(...)
Entre las montañas, en lo más profundo del bosque se encontraban las ruinas de un castillo. Lo rodeaba una gran muralla de granito ya incompleta. Aún se podía apreciar lo majestuoso que había sido. Pilares rotos rodeaban la corte donde en su momento se habían celebrado bailes y todo tipo de festividades. Incrustaciones de diamantes aún yacían en los marcos de la puerta de cristal del palacio. El suelo era de mármol, que a pesar del polvo y restos de maleza aún conservaba su brillo si se miraba con detenimiento. Los árboles se mantenían orgullosos. Los balcones de las recámaras aún tenían todos los arreglos de flores secos que habían puesto en otoño. Los estandartes cuya imagen era un dragón, de pie orgulloso caían en cada pared que estaba adornada de enredaderas, alguna vez habían sido esmeraldas con toques dorados.
Elián se detuvo un momento y miró a su alrededor. Susurró una plegaria y un pequeño destello de luz nació de la punta de sus dedos, el viento sopló con fuerza por varios segundos y lo obligó a luchar contra la corriente. Presionó con fuerza a Odette contra su pecho y chasqueó los dedos de nuevo.
Una muralla visible solo a los ojos de algunos desapareció dejando tras ella una lluvia de polvo de estrellas.
"Aquí estaremos seguros," avanzó a paso decidido y cruzó ese límite que nadie había logrado durante tantos años. "Ellos están bien," le decía en tono sereno como si respondiera a lo que los sueños de Odette preguntaban.
Las grandes puertas de cristal se abrieron antes de que él comenzara a subir las escaleras hacia la entrada. Comenzaban a caer más copos de nieve y se sentía como la temperatura disminuía a cada segundo. El viento corría con fuerza como si tratara de borrar la presencia de ambos. Elián era la causa de todo aquello. No permitiría que nadie los rastreara. Se quedarían ocultos hasta que ella se recuperara por completo. Avanzó al interior del castillo y escuchó como las puertas se cerraban de golpe.
Nada había cambiado. Era como un sueño perfecto. Por fuera todo el lugar era decadente y viejo, pero dentro... era como si todo se hubiera quedado congelado en el tiempo. Las cortinas aperladas caían en lujosas ondas sobre los grandes ventanales. Los sillones de terciopelo esmeralda apostados a lo largo del recibidor estaban intactos. Los floreros aún tenían esas rosas rojas que florecían en todo su esplendor. Aún se podía percibir el ligero aroma a pasto fresco que se colaba por las ventanas. Las paredes estaban adornadas exquisitamente con pinturas hermosas. Los colores eran vibrantes y llenos de vida.
Elián llevó a Odette a una habitación en el segundo piso. La recostó en la cama y cubrió su cuerpo con una manta de seda que estaba en una cómoda de roble blanco tallada a mano a su costado.
Ahí, Odette durmió por días entre sueños y pesadillas que la hacían sonreír y llorar a la vez.
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Heredera de Hielo y Fuego [En Proceso]
Teen FictionOdette Harrelson, una chica nacida entre la pobreza es forzada a vivir en el palacio real tras perder a todos sus seres amados. Obligada por las circunstancias se ve ante la necesidad de mentir acerca de su pasado y pelear por su libertad. Su único...