Murmuros

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La tensión que había en el ambiente era abrumador. Odette no podía mirar a la cara a la joven que estaba frente a ella. Solo recordaba los labios de Alastair en los suyos. La manera en la que sus manos recorrían sus costados. Sus respiraciones entre cortadas, sus miradas entrelazándose.
Su estómago estaba hecho un  nudo, quería salir de ahí y pretender que nada de eso había sucedido.
Entrelazó sus manos temblorosas esperando que sus nervios desaparecieran. 

Miró a través de la pequeña ventana que estaba a su lado y trató de memorizar el pueblo en el que había crecido. Cada tienda, cada hogar. Cada persona que detenía lo que hacía solo para verlos pasar.
Se dio cuenta de que las memorias sobre ese lugar que antes habían sido felices comenzaban a desaparecer. Vio su hogar hecho cenizas y tuvo que morder con fuerza su labio inferior para evitar que un gemido de tristeza se escapara de su garganta.

Estaba segura que Tobías venía con el resto de los soldados, moría de ganas por hablarle y decirle todo lo que había pasado. Incluso si él no lo entendía, sabía que la apoyaría.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Erina puso una de sus manos sobre las de ella.
<¿Estás bien?> preguntó <Luces pálida, ¿Necesitas algo?>.
Su amabilidad la sofocaba. No podía saber si era sincera o solo estaba pretendiendo.
<Sí, todo bien>.
<Tu creciste aquí, ¿verdad?> el comentario de Erina parecía ingenuo pero algo en ella no estaba bien.

<Sí, hasta hace poco> tragó con dificultad <Llevo un par de semanas viviendo en el castillo>.
<Tu vida ha cambiado drásticamente> ella seguía con la mirada fija en la ventana <Disculpa que te pregunte esto, pero ¿Estás de acuerdo con tu matrimonio?>.
Su pregunta tomó a Odette por sorpresa.
<Yo...> no podía decir nada más, todo lo que dijera en ese momento sería usado en su contra.
<¿Estás enamorada de Bastián?> preguntó. Sus ojos la estudiaban con detenimiento, su mirada se había vuelto dura. <Porque parece que él sí lo está de ti> ese comentario logró hacer que Odette la mirara. 

<Disculpa, pero no veo como eso te puede afectar>.
<No me afecta> le respondió <Solo creo que deberías conocer el lugar que te corresponde para que no salgas herida>.
<¿El lugar que me corresponde?> exclamó Odette.
Erina abrió los ojos de pronto con temor y levantó las manos en forma de disculpa.
<No me refería a...> tartamudeo <No me refería a que... Bueno... A la que era tu posición social> dijo con vergüenza <Los reyes no son buenas personas>.
<Sabes que estarías en problemas si alguien te escucha, ¿verdad?>.
<Pareces ser alguien en quien se puede confiar> confesó Erina y dirigió su mirada a la ventana opuesta que había estado viendo Odette.

De nuevo ese silencio incómodo llenó la atmósfera. Odette pegó su cara a la ventana y se percató de que avanzaban más aprisa de lo que se imaginaba.
El camino estaba hecho de un material especial que provocaba que los caballos y la carroza avanzarán más rápido de lo normal. Los copos de nieve comenzaban a caer sobre la pradera y la cubría con su manto.
Comenzaba a helar, ya notaba su aliento y se preguntaba si los demás estarían bien.

Se concentró en traer su poder hacia la superficie y respiro. Una y otra vez. Inhalaba y exhalaba. El frío no le molestaba en absoluto pero tenía la esperanza de que si lo activaba Nicholas también se vería beneficiado.

Se asomaba por la ventana en busca del capitán pero sólo lograba ver la capa de uno de los príncipes. Se recargó en el respaldo y de alguna manera se encontró pensando en lo que su vida se había convertido. Jamás pensó que estaría preocupándose por personas que antes había considerado tiranas y la peor clase de seres que existía. Ahora no solo quería que estuvieran bien, también quería atribuir a esas situaciones.

Heredera de Hielo y Fuego [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora