Prólogo

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Fabiano tenía su típica e imperturbable expresión.

Se encontraba asqueado e indignado por lo que estaba sucediendo en la habitación a su alrededor, pero todo era parte del plan. Debía calmarse y actuar como todos los malditos enfermos que se encontraban junto a él.

Si, él era un maldito enfermo, pero definitivamente no de ese tipo.

Fabiano era consciente que estaba lejos de la redención. Aun asi, tenía sus límites, y este era uno de ellos.

Se acomodó en su asiento tratando de lucir lo más relajado y en ambiente posible y bebió su vaso, luego encendió un cigarrillo, dio una profunda calada y exhaló el humo lentamente.

Andreus lo miró y sonrió ampliamente.

Fabiano le devolvió la mirada duramente al rubio.

-¿Entonces, no vas a comprar nada?. - Preguntó Andreus mirándolo con sus desquiciados ojos aguamarina.

-No. Sería muy difícil explicarle a Thalia. - Replicó encogiéndose de hombros. - Al ver la expresión del hombre agregó diplomáticamente. - Tal vez, cuando me deshaga de ella, me uniré a las subastas. 

Los otros dos hombres asintieron.

-Bueno, es hora de las musas. – Informó Permeti con una sonrisa diabólica en su rostro. - Nuestro socio... - Hizo un molesto hincapié en la palabra socio que para Fabiano no pasó desapercibida - Observará que solo trabajamos con productos de primera calidad. 

 Miró a Fabiano esperando su respuesta.

-Si, me gustaría verlo - Respondió este siguiendo el papel que se supone debía actuar - Aunque, como ya dije, no compraré nada. 

-Por supuesto. Siempre un hombre de negocios. – Replicó el hombre taladrándolo con su expresión.

Si estaba buscando un indicio de mentira, no iba a encontrarla. Fabiano sabía muy bien cómo mantener su máscara intacta.

Una vez que Permeti dio el visto bueno, trajeron la primera Musa, como este les había llamado. Dicha Musa era una niña morena, probablemente en sus 17 años. Ella se veía asustada, y aunque su cuerpo no estaba lleno de sangre, Fabiano podía notar los moretones que lo adornaban. Luego de que la niña fue subida al improvisado escenario, empezó la subasta. 

Hombres ofreciendo cantidades exorbitantes de dinero, como si lo que estuvieran comprando fueran objetos sin vida y cero importancia y no un ser humano.

Cazzo, el necesitaba controlarse, pensó él.

Al final, la niña fue comprada por un hombre probablemente en sus 50 años. Fabiano sabía que era un importante economista de la bolsa de valores.

La subasta siguió, chica tras chica. 

Incluso chicos, parecía que los enfermos tenían gustos diversos, pensó oscuramente.

-¡Oh, aquí viene nuestra favorita! – Dijo Permeti sonriendo con lascivia. – Es una joya muy especial. Si no supiera que puedo sacar mucho dinero con ella, la conservaría. - Agregó como si a Fabiano le importara; para su crédito, este soltó una risa que, para cualquier otro hubiese sido muy sincera, pero realmente quería sacarle los ojos al hombre.

-Esta es de la que te hemos estado hablado. - Le dijo a Fabiano.

En ese momento, una chica en un vestido de verano manga larga de color rosa muy claro, el cual posiblemente había visto días mejores, fue empujada por uno de los soldados. Aunque él no podía observarlo desde esa distancia, estaba seguro de que al igual que las otras chicas, ella estaría igual de maltratada. Ahora, lo que si podía ver, era que estaba descalza y cojeaba. Como si estuviera lastimada. Su cabello enmarañado estaba un poco más abajo de sus hombros y a pesar de la suciedad él pudo notar que era de un bonito castaño dorado.

Un color que le trajo ciertos recuerdos.

Recuerdos que siempre empujaba al fondo de su mente.

Él no podía ver su rostro, la chica tenía su cabeza girada hacía un lado y su cabello lo cubría. Probablemente, para esconder sus lágrimas.

-Jefe, la perra me mordió cuando la traje acá. - Gruño uno de los soldados.

Permeti sonrió.

-Deberíamos enseñarle una lección. Debe aprender a respetar a sus amos. – Respondió sentándose como si fuera un puto dios en su templo. – Quítale el vestido. - Ordenó el imbécil. - Asi nuestros clientes sabrán la pieza que están comprando. – Agregó como si estuviera hablando del clima.

Fabiano se tensó.

En ese momento, vio como los guardias arrancaban el vestido a la mujer mientras esta les gritaba obscenidades en un inglés con acento.

Al quitarle el vestido, Fabiano pudo ver que lo que decía el bastardo era cierto.

La mujer era una joya preciosa. Con curvas en los lugares adecuados y bonitos senos cubiertos por un sujetador de encaje blanco y bragas a juego que al igual que su vestido, probablemente tuvieron días mejores.

El negó con su cabeza, por primera vez sintiéndose culpable sobre algo.

La chica probablemente está muriendo de miedo y tendrá un destino horrible, y aquí estaba siendo igual de enfermo que las bestias en la habitación. Mientras pensaba en eso, la mirada de Fabiano fue atraída por un pequeño tatuaje justo en el hueso de su cadera.

Un pequeño tatuaje de serpiente.

Fabiano se tensó, ese cuerpo le parecía tan familiar.

Como si lo hubiese visto antes.

Como si lo hubiese tocado antes.

Como si lo hubiese tenido antes.

Y él lo había hecho.

En ese momento la chica grito de rabia y miedo y levantando la cabeza su rostro quedo al descubierto.

Un par de ojos de un azul claro intenso le devolvieron la mirada.

Ella lucia desorientada, al enfocar su visión, lo miró con horror.

En ese preciso instante, Fabiano supo que mataría a todos esos bastardos.

Poder Perdido [TERMINADA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora