Capítulo Tres

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Raquel se encontraba en su habitación preparándose para su viaje a Maracaibo. Estaba echando humos del enojo, lanzando la ropa, zapatos y demás objetos desde su closet hacia su equipaje. Estaba molesta con su padre por no tomarla en cuenta en su decisión.

Por una parte, agradecía la confianza en pensar en ella como una buena opción para supervisar la producción en Maracaibo. Aun así, no podía evitar sentir cierta inseguridad, sobre qué tal vez, su padre había hecho este cambio pues consideraba que lo arruinaría.

Era cierto, ella no tenía mucha experiencia en ese campo, pero había trabajado arduamente. Básicamente creció en oficinas y salas de juntas.

Aun recordaba, cuando a sus siete años, siempre estaba en la oficina con Mariangel, para ese entonces su madre trabajaba continuamente. Raquel había salido de clases temprano, su madre le había prometido que irían al cine a ver la nueva película que se estaba estrenando en ese entonces, pero hubo una reunión de emergencia y no pudieron ir. Raquel recordaba que se había sentido decepcionada, parecía que su madre sentía más pasión y emoción cuando estaba en su trabajo que cuando salían a divertirse.

Para cualquier niño, quedarse en las oficinas con sus padres cuando sus niñeras no estaban disponibles habría sido aburrido, pero con el tiempo, Raquel extrañamente empezó a disfrutarlo, había días en que se aburría, pero siempre buscaba como entretenerse. Por su parte, Mariana solía quedarse con sus amigas o con su tía Claudia.

Con los años, Raquel entendió un poco el actuar de su madre, ya que ella se encontró sintiendo la misma pasión y disfrute cuando comenzó a estudiar su carrera y ahora en su propio trabajo.

Por esa razón, ella no podía evitar sentirse traicionada o menospreciada por su padre. Sabía que era una estupidez. Le estaban confiando una situación igual de importante. Ella era consciente de que estaba siendo tonta, pero no podía detener sus sentimientos.

Negando con su cabeza levanto la mirada de su maleta y se vio al gran espejo de cuerpo completo que se encontraba en su habitación.

Ella era Raquel Duran, pensó observando su reflejo. No iba a sentirse insegura por algo tan ridículo. Cualquier cosa que ella hiciera la haría bien.

Ya fuese una reunión de negocios para un importante contrato de ventas o gestionar que ningún otro inútil destruya la producción de la mercancía. Poniéndose su pantis metafóricas de niña grande, se dio sus bofetadas mentales y se dirigió a cambiarse de ropa.

Iba a Maracaibo, una de las ciudades más calurosas de Venezuela, definitivamente la ropa que llevaba no era adecuada.

Mientras que decidía que ponerse, se dio cuenta el desastre de equipaje que estaba haciendo por estar enojada. Había guardado ropa que no era adecuada para el clima ni la ocasión.

Con un suspiro, cambio lo guardado en su equipaje, y vio uno de sus vestidos favoritos. Un vestido corto de encaje blanco con dos cintas negras que formaban una especie de lazo en cada hombro y sostenían el vestido. Usualmente lo usaba cuando iba de fiesta, pues era bastante cómodo para bailar.

También, era fácil de quitar... si la situación así lo requería, pensó con una sonrisa traviesa.

Raquel negó con su cabeza.

Iría a la ciudad por trabajo, no para hacer turismo. Se dijo asi misma.

Pero eso no quería decir que no podía tomarse un día para ella, agrego mentalmente.

Si las cosas que reportaba el informe que su padre le había entregado eran ciertas, la fábrica de Maracaibo era un total desastre. Organizar y lidiar con los empleados que seguramente no estarían muy dispuesto a que una mujer, probablemente mucho menor que ellos, les dijera que hacer. Sobre todo si dicha mujer era la hija de uno de los dueños. Mucho menos, si esa hija era la que habia protagonizado un evento nefasto en la compañía años atrás.

Poder Perdido [TERMINADA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora