Capítulo Veintiuno

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Fabiano se encontraba en su oficina en Inferno. Había pasado un mes desde el ataque en Mónaco. No habia recibido llamadas de Permeti o Kilian sobre encontrarse. Simplemente un breve mensaje de este último que ponía:

"Es bueno saber que sigues con vida. Estamos resolviendo unos asuntos. Te contactaremos cuando lo creamos pertinente".

Eso había sido hace unas dos semanas atrás.

Fabiano había soportado una semana entera en reposo y todo fue porque tenía a Raquel haciéndole compañía y distrayéndolo de formas bastantes satisfactorias... y no solo en el sexo.

Ellos habían compartido continuamente en aquella semana y los días posteriores, donde habían realizado actividades que incluían desde ver películas en la pantalla plana de su sala de estar y jugar poker en la terraza donde apostaban su ropa. También, Fabiano le enseño su versión de tiro al blanco con cuchillos que ella trato de aprender y fracaso estrepitosamente. Incluso Raquel había sacado a Lourdes de la cocina y algunos días preparada platos típicos de su país, para mostrarle a Fabiano parte de su cultura.

Lo sorpresivo de todo es que el había disfrutado cada uno de esos momentos. En algún punto, él pensaba que se aburriría de las conversaciones y de las actividades que no incluían sexo, pero no había sido asi.

Realmente, no recordaba nunca haber sentido antes cualquier tipo de... felicidad. Mientras él estuvo esa semana entera de reposo y Raquel se iba en las noches a trabajar de traductora y apoyar a Gerónimo en la gerencia del casino. Fabiano casi contaba las horas hasta que ella volviera. Ese hecho lo había desestabilizado un poco, pero ignoró su miedo, ya que él no se consideraba un cobarde, y se dijo que disfrutaría el tiempo que durara.

Porque él sabía que no duraría mucho. Eventualmente él se cansaría. Lo sabía, era un bastardo desequilibrado y ella...

Raquel se daría cuenta de que esto era un error. Fabiano temía que tarde o temprano ella descubriría que lo que sea que estaba pasando entre ellos, no era lo mejor para ella. Porque ella merecía algo mejor. Una vida diferente.

No lo que él podía darle.

La historia de Victoria con Marco se repetía en su cabeza.

No, el no sería como su tío.

Esos pensamientos lo ponían de un humor del demonio.

Una vez que terminaron las dos semanas mágica, le dijo a Thalia de que atendería los negocios desde su departamento pues necesitaba algo que hacer. Dos   semanas después de eso mando todo al demonio y aquí estaba.

Fabiano pensó que había tenido un día tranquilo, para el tipo de negocio que atendía. Reuniones aburridas con los consiglieres de los demás jefes y mierda administrativa que hacer.

Malditamente desesperante.

Entonces, como si fuera necesario empeorar su día, la puerta de su oficina se abrió de golpe.

De pie como una maldita emperatriz del mal, estaba Thalia.

Hoy su prima iba en un ajustado vestido rojo de estilo empresarial. Un cinturón negro en su diminuta cintura acompañado de sus respectivos zapatos de tacón y bolso a juego, donde Fabiano apostaba que llevaba su arma.

Thalia lo miró con sus fríos ojos azules. Cualquier otra persona se habría cagado encima del miedo con esa expresión. En cambio, Fabiano solo le dio una sonrisa dentada. Lentamente, como un jaguar a punto de saltar a su presa Thalia entró en la oficina y se sentó en una de las sillas en frente de su escritorio.

-Te di permiso de trabajar mientras lo hicieras desde casa. – Dijo Thalia con su típica expresión indiferente.

-Eso fue hace dos semanas. – Respondió Fabiano volteando sus ojos. – Estoy perfectamente bien, ya puedo caminar si gruñir internamente. Además, como puedes ver estoy como un buen niño sentado en mi oficina. – Terminó con lo que él consideraba como una sonrisa inocente.

Poder Perdido [TERMINADA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora