11. Sin él.

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Tres meses.

Tres meses de hospitales, recuperaciones, llantos y soledad.

Le echo de menos. Echo de menos que me persiga, que sea un chulo y que me quiera.

Cada semana voy al cementerio a llevarle flores nuevas.

Marco me dice que no puedo seguir así, que tengo que hablar con la gente, salir con amigos, pero yo solo quiero que vuelva, quiero tenerle cerca, estar con él.

No voy a mentir, he pensado en suicidarme más de una vez, pero se que si lo hago el se enfadaría conmigo, no se ha dejado la vida en salvarme para luego yo suicidarme.

Todo lo que hago, oigo o veo me recuerda a él, todo el tiempo voy pensando en él, en el tono de su voz, su forma de caminar...

Acabo de comprar un ramo de flores preciosas que he visto en una floristería. Al salir guardé la cartera y andé hacia la parada del autobús y me senté a esperar.

Un chico apareció corriendo y se paró delante de mi. Se dobló sobre si mismo, apoyó sus manos en sus rodillas e intentaba respirar profundo.

Yo lo miraba sin decir nada, el chico parecía agotado.

-Oye... —empezó a decir el chico mientras me miraba— se te ha caído... la cartera...

Me entregó mi cartera y me sonrió.

-Muchas gracias —le dije sonriendo.

-Me llamo Pelayo, encantado. —me tendió la mano sonriendo.

-Igualmente, tengo que irme. —me levanté mientras el autobús abría sus puertas.

-Espero volver a verte.

Esperó a que me subiera y cuando el autobús se empezó a mover se dió la vuelta y echó a andar.

Tras unas cuantas paradas llegó la mía, era la que me dejaba más cerca del cementerio.

Me bajé y comencé a andar, estaba como a 15 minutos de la parada, era un bonito paseo.

La puerta del cementerio era una gran verja de metal color negro que chirriaba demasiado.

Crucé las puertas e hice el camino hasta la tumba de Selu, ya me lo sabía de memoria.

Cuando llegué, me senté apoyando la espalda en su lápida y empecé a contarle como había sido mi semana, lo que había hecho y lo mucho que le echaba de menos.

Cuando acabé de contarle todo lo que me había ocurrido le quité las antiguas flores y le puse las nuevas, le lancé un beso y me marché.

Cuando llegué a la parada del autobús aún faltaba un rato para que pasara alguno.

Cogí el primer autobús que pasó y me bajé en la misma parada en la que me había subido, ya que cerca había una librería que tenía un libro que estaba buscando.

Entré en la librería y aspiré ese olor a libros que tanto me encanta. Fui mirando las estanterías hasta que di con él.

Me acerqué al mostrador y puse el libro encima mientras sacaba mi cartera.

-Catorce con cincuenta. —me dijo el dependiente.

Levanté la viste y me encontré al mismo chico que horas antes había corrido para devolverme mi cartera.

-Hola —me dijo sonriendo— ¿qué tal?

-Bien —le devolví la sonrisa para no ser grosera y puse el dinero justo sobre el mostrador mientras me pasaba una bolsa con mi nuevo libro.

-Hasta luego —dije mientras salía por la puerta sin darle la oportunidad de decir algo.

Caminé hasta mi nueva casa, ya no vivía con Desiree y a penas nos veíamos.

La verdad es que desde el accidente todo había cambiado mucho. Me mudé, deje de cantar y ahora trabajaba en una cafetería.

Marco me llamaba todos los días y a veces quedabamos a tomar un café, pero poco más.

Vivía por vivir, porque lo que yo más quería ya no estaba, no tenía motivos para seguir viviendo....

Llegué a mi casa. Era un edificio un poco antiguo con solo tres pisos, yo vivía en el segundo. Era un pequeño y acogedor piso. Un baño, una habitación, un pequeño salón y la cocina.

Me puse el pijama, me hice un chocolate caliente y me metí en la cama para empezar a leer el libro.

Abrí la tapa del libro y un papelito cayó sobre mi regazo. Era el número de Pelayo, lo debío de meter al guardar el libro en la bolsa.

Cogí el papel, lo metí en el cajón de mi mesilla de noche y comencé a leer el libro hasta que me quedé dormida.

Destinos cruzados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora