12. En la fiesta.

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Agarré mi vaso lleno de coca-cola de encima de la mesa.

-Bueno, ¿qué has hecho ultimamente? —me preguntó Marco.
-Nada nuevo, ya sabes...

Bebí un trago y posé el vaso de nuevo.

Estabamos en la terraza de un bar que había cerca de mi casa, "El Paraíso".

-Voy un momento al baño.

Se levantó de la mesa y se metió en el bar.

Al poco rato regresó, se puso de pie delante de mi y me levantó tirando de mis manos.

-Es hora de que salgas a divertirte un poco.

-Marco, de verdad que no me apetece... —me intentaba resistir mientras el me empujaba.

-Vamos, sabes que te lo vas a pasar bien.

Me obligó a meterme en su coche y me llevó hasta un bar con mucho ambiente. Había buena música, gente bailando en una pista, y muchos mas jóvenes bebiendo en mesas y en la barra.

-Venga, vamos. —me cogió la mano y me condujo entre la gente hasta la barra.

Le dijo algo al camarero que no entendí muy bien y al poco nos puso delante dos chupitos.

Marco agarró uno y lo levantó en el aire.

-Brindemos por esta noche.
-Marco, sabes que yo no bebo...
-Por uno no pasará nada, venga, hazlo por mi...— me miró con ojos de corderito.

-Solo uno, ¿eh?

Tomé el pequeño vaso de chupito de la barra, lo choqué con el de Marco y me lo bebí de un trago con los ojos cerrados esperando un sabor horrible.

Al tragarlo abrí los ojos y miré a Marco.

-Uao, pensé que este tipo de bebidas sabian a rayos, la verdad es que está bueno.
-¡Genial! Rodri —gritó mirando al camarero— otra ronda por aquí.
-Ey, no, no, no, te dije que solo uno Marco, ya no más.
-Bueno, pero hay que aprovechar que te gusta, pequeña.

Y con esas palabras hizo que me tomara otro, y otro, y otro, y así hasta que perdí la cuenta de los chupitos que me había tomado.

En ese bar empezaba a hacer calor ya que se había empezado a llenar de gente.

Decidí ir a bailar y bajo la atenta mirada de Marco me levanté y fui a la pista de baile.

Empecé a bailar al son de la música y sentí unas manos al rededor de mi cintura. Empecé a bailar con él riendome, pensando que era Marco. Movía mi culo rozandole y despues de un rato me giré.

Me encontré con un hombre de unos cincuenta años o más. Intenté apartarlo, pero como había tanta gente en la pista me fue imposible.

-¿Qué pasa bonita? Ven a bailar.

Me agarró de una muñeca y me acercó a él.

-No quiero, sueltame.

El hombre apretó más mi muñeca, me hacia daño y me estaban entrando ganas de llorar, pero no lo haría delante de aquel hombre.

-Oye tío, ya la has oido, sueltala.
-¿Y tú quién eres?
-Alguien que como no la sueltes te partirá la cara.

Estaba tan ocupada mirando fijamente al hombre que no me había parado a mirar al chico que me estaba defendiendo. Era muy alto, tenía la espalda ancha y parecía muy musculoso.

Destinos cruzados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora