Miradas encontradas

37 3 1
                                    

Becca



Mis latidos resonaban en cada parte de mi cuerpo. Rápidos, furiosos, desesperados.

Miles de recuerdos inundaban mi cabeza.

La noche se había vuelto fría. Gélida y oscura. Intenté enfocarme solo en lo que me rodeaba. La fuente del jardín rebosaba en agua, los laberintos y rosales gigantes. El viento fuerte movía los árboles de la avenida. Rugía entre las copas, los techos de las casas.

Mi pecho dolía, mis manos temblaban y la herida en una de ellas ardía. Mis ojos se sentían acuosos, mis orejas las sentía hervir de la rabia, la frustración. Pena. Me costaba respirar.

-¡Rebecca!- Sentí a William acercarse.

Me di la vuelta para mirarlo.

No sé como no me di cuenta antes de que era él. Como no lo reconocí. El mismo tono de cabello, los mismos rasgos solo que más masculino que infantil. Su sonrisa, su mirada. Sus ojos azules y únicos.

Estaba de pie delante de mí.

Provocando que todo se volviera borroso. Que todo lo que pasará en mi cabeza, todo lo que había pasado en la cena. Se volviera borroso.

Y si no podía respirar antes, ahora sentía que me podría ahogar si no salía de ahí.

Su cabello despeinado por el viento. Sus mejillas arreboladas. Su pecho subía y bajaba.

Se acercó más. Y me fijé que traía una sudadera en su mano.

-Hace frío acá afuera- me reprochó.

En ese momento unos truenos sonaron.

Probablemente el aviso de lluvia era cierto después de todo.

Se colocó cerca de mí.

Tomó mis brazos y los alzó. Me colocó la sudadera por encima de mi cabeza y metió mis manos por cada agujero. Bajó lo que sobraba por mi cintura hacia abajo, haciéndome estremecer al sentir sus nudillos rozar con la parte descubierta que me dejaba la camiseta que traía.

Miles de cosas, emociones y momentos de dos pequeños juntos impactaron en mi mente. Haciéndome sentir confusa. Confundida. Sin saber nada. Como si no entendiera nada. Sin conocer cualquier cosa que llevara tallado su nombre en mi mente. Sin conocerlo a él.

-¿Qué estás haciendo William?-

Su mirada azul cayó justo en todo lo que sentía. Su confusión e incertidumbre por la pregunta.

-Te estoy colocando mi sudadera para que no te dé frío -

Negué con la cabeza. Intentando alejarme de él. De su presencia. Al moverme el aroma de su perfume varonil y maderoso que tenía la prenda llegó hasta lo más profundo de mi pecho.

-¿Rebecca que sucede?- cuestionó acercándose de nuevo hacía mí. Haciendo que yo retrocediera colocando mis manos en su pecho.

No quería que nadie me tocara.

No quería ver sus ojos.

No quería volver a la casa.

No quería que se fuera de nuevo.

No quería sentirme débil de nuevo.

No quería volver a adorarlo.

Miles de lagrimas amenazaron con salir desbordadas de mis ojos.

Algo que no debió ser.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora