Día dos

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Retrato de mi madre mientras fuma. Retrato de mi madre como una mujer de éxito. Inteligente «la dama Isabel, alguna vez hermosa. La reina, la santa. Pudo ser más formada, siempre me lo dijo, se quejaba de no tener tetas ni culo. Pude haber sido modelo, dice. Era lanzada, divertida, dice mi padre, la loca de la casa. Fuma contra la ventana, dice que me acompaña. No te perdonaré nunca lo que hiciste, me dijo una vez. No le perdonaré nunca a ella haberme dicho algo así. Retrato de mi madre con traje de dos piezas jugando en una mano con el llavero del auto y en la otra un nuevo cigarrillo. Te doy mal ejemplo, me dice. Es cuando mejor me cae, cuando mete la pata y se ríe conmigo. Mamá, pienso, de tus dos hijas yo soy tu lado loco y Dalia tu lado cuerdo. Las dos nos aburrimos de ser lados tuyos, quisiéramos verte entera. Con ella se ríen todos como todas las mujeres de este país. Ji, Ji, Jo, Jo. Toda sonrisas. Una vez me llegaste a confesar que no votarías por una mujer para presidente. Que así pensabas, que mi padre era un poco hombre, que Iván también. No me gusta, muy loco, contigo sería peor. Con Dalia es distinto, a ella le falta aire, a ti te sobra. Yo la oía y me iba a vomitar. La primera vez que vomité fue por imitación, de curiosa, por saber lo que era. Lo intenté de tanto oír hablar del tema, de tanto celebrarme la facha, de tanto hablar de dietas en la mesa. Hasta Gonzalo hace dieta, hasta mi padre hace dieta. Una novia que tenía hacía dieta. Se llamaba Inés y tenía una galería de arte. Se vestía como si tuviera mi edad y es mayor que mi madre. Daniel pinta muy bien, muy bien, me decía. Retrato de mi madre hablando mal de mi padre. Retrato de mi madre encendiendo otro cigarrillo más. Te vas a enfermar, mamá. Yo no fumo, yo no tomo, yo solo bebo para apagar el zumbido de las abejas de mi pecho. Mi corazón es un panal de avispas. No duerme, no se queda quieto nunca. Mi madre entra a mi cuarto en la clínica y me saluda con un beso. Está asustada por lo que pueda pasarle a mi memoria. No quiero que mueras de Alzheimer como mi abuela, me dice. No sabe, nadie sabe, que llevo este cuaderno de dibujos, de presentes, de presencias. No anoto mi pasado, anoto lo que estoy perdiendo, los días aquí, la lenta carcoma de los días de mi muerte, mi derecho a pensar si vale la pena seguir viviendo. Retrato Ji mi madre hundiendo la cara en la mano, escondiéndome su llanto. Hija, hija, por qué lo hiciste, tengo una depresión, le dije. Notó la ironía. En me habría dado una bofetada. Acá hundió la en su mano libre, la del llavero. Lloró un rato dio una chupada al cigarrillo. Expulsó el humoy movió la cabeza negativamente. Eras una niña buena, dijo, nunca diste problemas. ¿Soy un problema, mamá? Se lo dije con una frase submarina, un torpedo que gritaba: me maté porque me siento un problema, un fardo, un lastre, no quiero vivir, no quiero salir del colegio, no quiero entrar a la universidad, no quiero que me midan si soy mejor o peor, no quiero engordar, no quiero que me miren en menos, no quiero que nunca más hables así de papá, no quiero encontrar en el taller a mi papá durmiendo echado sobre la colchoneta donde se revuelca con sus modelos, no quiero crecer, no quiero tener que explicar una y mil veces a psicólogos, psiquiatras, fonoaudiólogos, psicopedagogas y pediatras que no sé qué me pasa porque no sé qué me pasa. Se llama depresión. ¿Y qué hago con eso? Hay que llenarse de píldoras. ¿Y qué hago con eso? Retrato de mi madre llorando, aguantándose el llanto. Retrato de mi madre abrazando a su hija pegada al goteo lento del suero en sus venas, mientras lloramos las dos y yo intento que no se note porque ella huele bien aunque me duele su llavero tintineando pegado en mi mejilla. Te quiero tanto, dice. ¿Quién es la loca?

El cuaderno de MayraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora