Debo tener como cinco años y mi hermana cuatro. Estábamos en el sur y había sol y un lago. Mis padres estaban juntos y éramos más pobres, con un auto usado, blanco como un glaciar, que abría la carretera. Yo me abrazaba al cuello de mi padre que bajaba el vidrio de su lado mientras conducía y colocaban música de rocanrol en la radio. se aferraba a mi madre y reíamos mientras las nubes del sur mostraban cómo se hundía el horizonte curvo en el mar. Yo creo que éramos felices. Dalia me decía May y ella era Lili. Nos hacíamos las dormidas en el asiento de atrás donde habían extendido las mantas y colmado el espacio de los pies con las cajas de las cosas del camping. Ibamos de campamento y ellos, mis padres, se reían, mientras- nos hacíamos las buenas, dormidas, y yo pellizcaba a Lili y ella me daba pequeños puntapiés mientras mis padres se besaban. Cambiaban de un no al volante y se abrazaban, sobre todo en los minutos del crepúsculo. Se querían y con mi hermanos gustaba espiarlos. Se metían en la carpa mientras jugábamos y pensaban que no nos enterábamos de sus gritos y risas y cómo se movía la carpa y a mí a veces me daba risa y Lili a veces se asustaba y nos hacíamos señas para que no nos oyeran. Hacíamos un juramento de amor, un secreto para siempre, un gusto de estar juntos que no sé por qué se quebró. Dalia ya no es Lili y yo sigo siendo May. El verano era todo para nosotros y mamá no hablaba de dinero ni mi padre de exposiciones. Nos contaban cuentos y parecía que la vida iba a ser un crepúsculo rosado rebrotado de nubes sintiendo la mano de Dios sobre nuestras cabezas que de tanto hacernos las dormidas nos dormíamos de verdad y nuestros papás se besaban felices aunque de tanto hacerse los ausentes se .ausentaron de verdad, no supimos cuándo. No sé qué tiene que ver con esto. Anastasia ha venido a la clínica y de esto yo no me quiero olvidar. ¿Te acuerdas de cuando iban al sur? Me preguntó eso. Yo no me acordaba y me lo contó. Me dolió sentir que me devolvían los recuerdos míos como si estuviesen en custodia, como si Anastasia viniese a poner en orden lo que era más mío. Lloré mucho. Sentí que por una vez ella tampoco entendería nada, que me diría que a todos nos pasa lo mismo, pero no. Se quedó en silencio. Me recordó cuando me había dicho que todo el mundo se angustia al terminar el colegio, que todo era normal. Me equivoqué, me dijo. No es la misma angustia de todo el mundo. No te entendí, me dijo. Y no es tu culpa, dijo después. Yo lloraba por mi memoria perdida. Cuénteme lo que le conté del sur, le pedí. Y por eso lo anoto. Se lo preguntaré a mi hermana, se lo preguntaré a mi padre, se lo preguntaré a mi madre. Tengo que volver al sur. Tengo que volver a mí misma. El doctor dice que la depresión me ha dado vuelta hacia el pasado. Que me cerró las puertas del porvenir, que no veo más allá del horizonte. ¿Por eso me quitan los recuerdos? ¿Por qué entonces los muros, los limoneros, las altas panderetas? Escucho canciones roncas en el diseman. Es Tom Waits que le gusta a mi padre y canta desafinado y tiene la voz como él, cuantío cantaba mientras iba manejando y me dejó teñida de tabaco como él. Mis dos padres fuman, se hacen pedazos la garganta, se matan todo el día y me dicen que yo soy la enferma. Dalia fuma también pero poco. Me dicen que tengo que dejar de vomitar, que hace mal, y encienden un cigarro. Yo escucho a Tom Waits, que canta con las tripas, como si vomitara. Dalia escucha a Luis Miguel que canta bonito, o a Arjona porque se le entienden las letras. Todo en ella es nice. Dalia escribe con buena letra. Se sienta en la primera fila. Nunca falta a clases. Yo dibujo cada letra como si fuera un animalito que fuera a saltar sobre mi mano, como si tuviera que cuidarlo. Las letras son sueños, las palabras son historias, escenas secretas que no voy a dejar que me hagan daño. Por eso escribo lento, por eso los profesores me retan. ¿Por qué se tarda tanto? Me empecé a demorar en todo cuando conocí a Iván. El doctor dice que es la depresión, Anastasia dice que es el amor que abrió mis venas. Yo no me corté las venas por Iván, me corté las venas por la vida. Me llené de veneno por matar el monstruo que tengo dentro. Me habría cortado en No puedo vivir la vida a la carrera, como si fuese una carrera. ¿Alguien me entiende? ¿Alguien se puede detener a oírme? La muerte vendrá y tendrá tus ojos. ¿De quién es eso? Lo copié de la Pizarnik, no, de Pavese. La muerte viene y tiene los ojos de Iván, de mi padre medio dormido, de mi madre rabiosa. Los ojos de la muerte son los míos. Si pudiera cerrar la puerta del baño de la habitación en la clínica abriría de nuevo mis venas. Lo sé, mis padres están haciendo todo por mí. No me toques, Mary. No me toquen. Sé que soy mala. Soy la más mala. Morirse es malo. Querer morirse es malo. Vomitar es malo. En el infierno del Dante hay un círculo entero para los violentos consigo mismos. Soy el pecado. Dios no me quiere, no me puede querer. Mato con mi muerte. Sé que los hago sufrir. Cómo les explico lo que sufro yo. Cómo le explico. Dios, ¿por qué te quedas en silencio? Dios, ¿por qué me quitas el sueño, la calma, esta marea alta permanente que me tiene ahogada? Dios lunar de ojos abiertos y la boca cerrada. Pido algo para dormir. Pido algo. Está Olga, me mira con sus ojos de perro. Son los ojos de la vida, los ojos de la noche de la vida. Algo para dormir. Viene la enfermera que se llama Carlota. Mejor te pinchamos. Me ve en los ojos la visita de la muerte. La ve vestida de domingo en mis ojos. Sentada la muerte me colocan sobre la cama y me busca la vena en el brazo morado como el de un adicto a la droga. Me haría adicta a la heroína, aspiraría neoprén, tolueno, gas, cualquier cosa, cualquier solución por tóxica que fuera si me hiciese sentir algo distinto. Mi madre está frigorizada y mi padre no está. Mi hermana es la mejor del curso. Eso no es una tragedia, lo sé. A la vena, Amparax. Es fuerte. Ni siquiera me sugiere el que se pone debajo de la lengua. En segundos no sabré quién soy. Ya no lo sé. Ya no lo sé. Ya me siento mejor. Mejor dicho, no me siento. No.
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El cuaderno de Mayra
Teen Fiction«Yo lo que quería era morirme. Demasiadas poesías, quizá. Quizá eso me enredó el corazón, eso me hizo andar sollozando por los rincones. Perdí el eje, las ganas de vivir, vivir no más se volvió un lastre. El corazón se me convirtió en una piedra que...