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Cuando Soobin salió de ahí, siguió caminando con la misma velocidad y sin mirar atrás para ver si el mayor lo seguía o no. Caminaba entre la gente que pasaba haciendo sus compras y bajo los copos de nieve que aún caían.

Yeonjun había tocado un tema, que no sabía, era tan delicado para él.

Lagrimas de frustración se colaron por las mejillas de Soobin. Estaba cansado de no hablar de sus problemas, pero sabia que se había tardado mucho en contarle a Yeonjun.

Ambos chicos habían tenido reacciones que hicieron que la noche se fuera a la mierda.

Siguió su camino hacia un lugar específico, a donde siempre solía ir, antes con más frecuencia, todos los miércoles. No quedaba nada lejos de donde estaba, pues si había una razón por la que conocía la cafetería era porque primero había conocido la otra ubicación a donde ahora se dirigía.

Lo que no sabía era que él mayor lo estaba siguiendo, intentado mantener su paso y alcanzarlo, pues se había quedado más atrás. Por suerte nunca lo perdió de vista, y a pesar de que llamaba el nombre de Soobin, este nunca volteó.

Después de caminar por unos cortos minutos, el menor llegó al lugar. Un puente con un lago debajo de él, el cual se encontraba aún en su estado líquido, pero no tardaba unos días en que se congelara como todos los inviernos causaban en las aguas. Había bancas de madera donde la gente podía sentarse y ahora se encontraba decorado con juegos de luces.

Se recargó en el barandal y dejó salir un suspiro, el cual causó que humo saliera de su boca por el frío.

—¡Soobin! —Yeonjun lo había alcanzado y llegó agotado por el paso rápido con el cual lo había seguido y por estar gritando su nombre mientras era ignorado.

Giró su cabeza para ver al otro chico que recién llegaba y reposaba sus manos en sus rodillas recuperando el aire. Cuando el mayor levantó la mirada se encontró con un lugar que le resultaba bastante familiar, pero al mismo sabía que no había estado ahí nunca.

Hizo memoria, intentando recordar en donde lo había visto. Fue cuando veía el perfil de Facebook de Soobin para averiguar quién era Riku, y había terminado viendo una foto de ellos dos juntos en ese mismo puente.

El pecho de Yeonjun sintió pinchazos cuando vio al menor con la nariz roja, los ojos húmedos y marcas secas de lágrimas por sus suaves mejillas. Sus ojos también teníamos un color carmesí alrededor de ellos.

Por alguna razón, recordó ese sentimiento de cuando su padre le dijo que si seguía el camino de la actuación nunca llegaría a ser nadie en la vida, recordó ese dolor que le causó escuchar las palabras de un padre que no creía en sus sueños. En ese entonces él pensaba que esa clase de dolor era el peor que había sentido, pero ahora, se daba cuenta que había algo aun más profundamente doloroso, y eso era ver llorar a alguien que amaba.

—Lo siento. —se disculpó sin sentido el peliazul.

Ahora se sentía arrepentido por lo que le había dicho antes de dejarlo solo en la cafetería. Lo único que alguna vez intentó el pelirosa fue que se abriera a él y le contara sus problemas, pero Soobin siempre fue el que se resistió y nunca quizo compartir nada con él.

—Perdón. —apartó su vista de la Yeonjun, volviendo a dirigirla hacia el lago, cerrando sus ojos e intentando no derramar más lágrimas.

Yeonjun se paró a su lado, recargándose de igual manera en el barandal viendo hacia el lago.

—Yo soy quien debería pedirte perdón. —dijo con arrepentimiento —. Nunca tuve que haber dicho nada de eso.

𝗧𝗲𝗮𝗿𝘀 © YeonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora