Un beso salado.

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Capítulo 32:

Marco.

Jazmin llevaba días sin hablarme, sin hablarme si no era necesario. Solo me hablaba cuando estábamos "trabajando" pero luego en casa hacía como si no existiese y eso me estaba matando.

Intentaba hablar con ella, pero siempre me ignoraba. Cuando yo entraba en la cocina o en el despacho o en algún otro sitio, ella se iba.

Por las mañanas intentaba levantarme a la misma hora que ella para salir a correr y hablar con ella, pero terminó pillándome y se iba mucho más temprano.

Esa mañana ya estaba hasta los cojones de que me ignorara a mi pero que si hablara con Giovanni. Así pues, le pedí a Leandro que la siguiera con el coche, pero acabó dándose cuenta y se metió por callejones donde los coches no podían entrar. La esperé en la puerta a que llegara de correr y cuando abrió la puerta y me vio intentó subir las escaleras e ignorarme de nuevo.

La cogí del brazo deteniéndola frente a mi y me miró con el ceño fruncido.

-Me tienes hasta la polla- dije.

Jazmín empezó a reírse y eso fue lo que hizo que mi sangre empezase a hervir.

-¿Se puedes saber a donde coño vas todas las mañanas?- pregunté apretando el agarre. Ella intentó soltarse- estoy harto de tus tonterías de niñata, Jazmín. Llevas casi una semana sin hablarme y esto empieza a cansarme. Dime ¿¡A DONDE COJONES VAS TODAS LAS MAÑANAS?

No me contestó. ¿Prefería por las malas? Genial.

La estampé contra la pared y la agarré del cuello. Me miró, pero seguía sin decir nada. Estaba tensa, podía notarlo en cada músculo de su cuerpo.

Empecé a tocarle los pechos y bajé poco a poco hasta su pantalón de chandal corto. Ella me empujó, pero no me moví.

-No me toques- dijo entre dientes -¡Suéltame!

-Dime a donde vas por las mañanas- le desate el cordón del pantalón y metí mi mano. No contestó.

Deslice su ropa interior a un lado tensando más la cuerda para que hablara. No iba a tocarla si ella realmente no quería.

-Dímelo, Jazmín.

-¡QUE ME DEJES EN PAZ!- gritó.

-¡QUE ME DIGAS A DONDE VAS!- saque la mano de su pantalón bruscamente y pegué un puñetazo en la pared justo al lado de su cabeza.

-AL CEMENTERIO- Confesó -a ver a mi madre, joder- sus ojos se empezaron a cristalizar- ¿Era eso lo que querías no? Saber donde iba. Pues ya lo sabes. Ahora déjame en paz de una puta vez. ¡JOD...

Estampé mis labios con los suyos. Estaba rota, y yo tenía bastante culpa por eso. Mientras me besaba lágrimas empezaron a caer de sus ojos hasta llegar a nuestras bocas. Un beso salado.

Ella fue la que se separó primero y antes de que volviera a desaparecer apoyé mis brazos en la pared y me incliné poniéndome a su altura.

-Grítame, insúltame, ódiame. Puedo soportarlo. Pero no me ignores, no hagas como si no existiera, por que eso. Eso no puedo soportarlo- admití cerca de sus labios, con mis ojos clavados en los suyos.

-Nunca podría odiarte.

-¿Por que?

-Por que si tú no soportas que yo te ignore. Mi corazón no soportaría odiarte.

Nuestros ojos estaban perdidos en los del otro. Ellos si se decían todo lo que nosotros nos callábamos. Apoyé mi frente con la suya y cerré los ojos disfrutando del sonido de su respiración.

Filofobia #1 |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora