EL AMOR ES CIEGO | REIJI SAKAMAKI

XXII

【Narrador】

Mientras las clases en Kyoto, Japón seguían transcurriendo sin ningún problema aparente.

Eso estaba bien, mientras en Japón todo seguía transcurriendo con normalidad, en otro lado del mundo no tanto.

Geiranger, Noruega. Un pueblo entre montañas junto a un lago que al parecer daba al mar.

Karl Heinz, sin ningún pudor alguno caminaba tranquilo por el nublado y frío clima de Geiranger.

Estaba claro que su presencia en aquel lugar no era una buena señal, en especial cuando las miradas de los lugareños decían eso.

Aquel hombre de porte aristócrata, victoriano, elegante y sensual; se detenía delante de una puerta de madera de algunas de las casas de madera del pueblo.

Se escucharon pasos provenir dentro de la casa, se escuchaban cansados y por la fuerza con la que se daban, el vampiro intuía que molestia.

La puerta se abrió ampliamente, dejando ver a un hombre que no pasaba de los cuarenta años, castaño y ojos azules.

Todos en aquel pueblo lo conocían, ¿y como no hacerlo? Era el bisnieto de Abraham Van Helsing e hijo de Caleb Van Helsing, sí, Gabriel Van Helsing.

—Tougo Sakamaki, ¿qué puedo hacer por ti?—. Cuestionó el hombre con un tono que mostraba su mal humor.

❝Estereotipo perfecto de hombre lobo❞, pensó con burla el aristócrata vampiro.

—Prefería hablar cuando estemos a solas, con una copa de Whisky y una vez entrado en calor—. Se burló mientras acomodaba la bufanda de su cuello.

Aquel hombre soltando un gruñido se hizo a un lado, dejando pasar al vampiro.

Eso era raro, ¿cierto? Un vampiro junto a un heredero de un linaje que seguía a mounstros. Esta escena sólo era posible si Helsing no supiera que ese era Harl Heinz.

Pero ese hombre no seria capaz de eso, ¿cierto? Aparte, ¿qué temas podría hablar con aquel cazador que lo hiciera ir a ver al humano en persona?

[Flashback]

1995, 15 de Agosto.
Transylvania, Rumanía.

Una joven mujer de cabellos azabache y ojos violetas, daba a luz en su casa.

Estaba siendo consolada por su pareja, un joven de cabellera castaña larga y ojos azules. Mientras que, algunas monjas del convento cercano ayudaban y alentaban a la mujer.

Violet Franquesa, estaba dando a luz y Gabriel Van Helsing no podía estar más nervioso.

Por las ventanas de la habitación podía verse como empezaba a atardecer. El joven de 21 años sujetaba la mano de su prometida con fuerza y besaba su frente, por la cual caían pequeñas gotas de sudor.

Los gritos en la casa no tardaron en aparecer, Violet pujaba como podía y apretando la mano de Gabriel.

Las monjas la alentaban, diciendo que podían ver la cabeza del bebé.

Junto a los gritos de la joven y adolorida mujer, se escucharon a los gritos de una *¹Banshee, que habitaba en el bosque se Transylvania.

Algunas monjas empezaron a rezar ante el cercano grito de aquella criatura, demasiado cerca para el gusto de Gabriel.

Las horas pasaron, habían sido cuatro horas extensas y difíciles para Violet y Gabriel.

El llanto de una bebe se hizo presente en la habitación, la intensidad del chillido de la Banshee y el llanto de su hija, estaba empezando a alterar a Gabriel.

Sin poder soportar otra hora escuchando a aquella criatura que estaba en el bosque, tomó su ballesta y su sombrero salir de la habitación.

Eso fue lo último que vio Violet Franquesa, mientras cargaba a su pequeña [T/N] y cerraba los ojos lentamente.

[Fin Flashback]

Aquel vampiro de cabellera platina y larga, miraba con curiosidad las fotos que habían colgando.

Todas y cada uno, eran del hombre junto a su difunta prometida. Había escuchado que el gran Van Helsing había tenido una hija, ¿pero donde estaba?

Gabriel regreso a la sala con dos vasos y una botella de Whisky, tal como había pedido el aristócrata.

Sirvió en ambos vasos de vidrio de no más de 10 cm el Whisky que traía consigo. Se sentó de nuevo frente al hombre que parecía no envejecer en lo más mínimo.

—¿Te suena el apellido ❝Franquesa❞?—. Cuestionó aquel vampiro de ojos dorados, jugando con el borde de su vaso con una amplia sonrisa.

Continuará...

*¹Banshee: criatura que anuncia una muerte cercana de un pariente o de la persona que oye sus lamentos. Forman parte del folclore irlandés desde el siglo VIII.