capítulo 8

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Los días iban pasando y la cosa iba cada vez a peor y aunque en los hospitales se intentaban proteger de cualquier contacto, muchos médicos, cirujanos, enfermeras y celadores, estaban cogiendo el virus.
Ya habían muerto muchos de ellos y la alerta en todo el mundo cada vez era mayor.
No se veía a nadie en las calles, estaban desiertas y como mucho, salían muy pocos para ir a comprar o al hospital.

Algunos también por el trabajo, pero la mayoría los habían perdido o las empresas les obligaban a trabajar desde casa si podían hacerlo. Para los que no, la cosa estaba más complicada ya que muchas empresas estaban cerrando y se estaban quedando sin trabajo.
La economía iba cada vez a peor, y por desgracia, había aumentado el número de fallecidos alrededor del mundo, ya pasaban de los dos millones de personas fallecidas y las que quedaban.

Eso sí, habían logrado una pequeña victoria, ya que al descubrir que el virus atacaba al sistema inmunológico, eso les daba algo más de tiempo para con medicamentos conseguir que algunos de los pacientes estuvieran estables y consiguieran mantenerlos con vida, pero hoy iba a ser un día duro, demasiado duro.

Sarah que portaba más de quince días en el hospital, estaba luchando durante todo este tiempo para que la niña de seis años, la primera que atendió, siguiera luchando por su vida.
Su propia madre había fallecido antes, ahora estaba sola en el mundo, intubada en una máquina en una habitación de la zona infantil del hospital sin tener a nadie que viniera a estar con ella.
Aunque después de los últimos acontecimientos, no se dejaba entrar a nadie más que no fueran los enfermos.

Se quería evitar a toda costa que no se infectaran estando en los hospitales, muy pocos eran a los que si dejaban, solo a los padres que portaban a sus hijos, pero no se les dejaba apenas acercarse, debían permanecer lo más lejos posible de las habitaciones y eso estaba siendo un mayor problema.
Ha los padres les daba igual si se infectaban, sobretodo las madres, y por ello se les tenía que hacer comprender que si se infectaban y no sobrevivían luego las consecuencias las pagarían esos niños.

Sarah se acercaba a la pequeña para observar sus constantes y soltaba aire con profundidad mientra la observaba.

— buenos días Amanda — le decía — hoy pareces estar más estable. — le acariciaba la mejilla — ¿ sabes? Cuando acabe todo esto, buscaremos un bonito lugar para ti. Ya he hablado con servicios sociales y harán todo lo posible para que la familia de acogida que te toque, tenga una bonita casa con jardín, así podrás jugar todo lo que quieras. — tragaba saliva y se acercaba un poco más a ella — pero para eso tienes que ponerte buena y despertar, ¿ de acuerdo?

Obviamente no obtenía respuesta, se elevaba lentamente mientras sus ojos amenazaban con derramar lágrimas.
En el fondo esperaba que no despertara;
¿ qué iba a decirle cuando lo hiciera?
¿ qué su madre había muerto por infectarse aquí?
Hacía mueca y salía de la habitación intentando sacarse de la mente ese pensamiento tan horrible.

Iba de habitación a habitación hasta llegar a la zona de bebés en donde estaban a los que había comparado su sangre.
El lactante con leche materna, estaba algo mejor, las fiebres no eran tan elevadas como el otro, pero era de esperar.
Su sistema inmunológico estaba siendo más protegido por la leche materna de su madre, le ofrecía ciertas defensas que lo estaban ayudando a superar un poco mejor el virus, pero no lo suficiente.
En esos días había empeorado, eso sí, en comparación con el otro y el resto, estaba mejor.

Ha diferencia de sus padres que estaban en coma, muchos bebés se estaban quedando huérfanos, muchos padres estaban falleciendo y los estaban dejando desamparados y solos ante este infierno.
Decidió coger al bebé que no bebía leche materna, no dejaba de llorar, estaba buscando a su madre.
Lo acogió entre sus brazos y empezó a acunarlo.

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