Kayla fue encontrada en medio de la nada con la ropa echa añicos, tenía apenas catorce años recién cumplidos, no recordaba de dónde venía o qué había sucedido, su cabeza seguía gritando por auxilio, repitiendo las mismas palabras todo el tiempo "La...
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Sentada en la heladería, moví mis pies con felicidad, comiendo mi enorme helado, frente a mí, Edric comía el suyo en una versión más pequeña, normal, no la monstruosidad que me está congelando el cerebro ahora.
Sin duda, el helado es lo más delicioso que hay en la vida, desde hoy, cada vez que Edric quiera disculparse por algo, tendrá que hacerlo con un helado.
— ¿Está rico?
Preguntó.
Metiendo una nueva cucharada de helado a su boca.
— Me encanta el helado — moviendo la cabeza al ritmo de la pegajosa canción que sonaba por los altoparlantes del lugar— Pongamos una ley entre nosotros Edric.
Levantando la cabeza de mi congelada maravilla.
— ¿Qué tipo de ley? Y nada de tonterías, Kayla.
— Cada vez que me enoje contigo y quieras disculparte, me darás un helado ¿Qué dices?
Rascó su barbilla, pensativo, viéndome de reojo, al ver que fruncía el ceño, atrapando la cuchara entre mis labios, haciendo un mohín, sonrió.
— Está bien, niña, te daré un helado cada vez que la cague.
— Sólo no la cagues muy seguido o no te volveré a hablar.
Sólo sonrió y siguió comiendo.
Ambos sabíamos que eso no pasaría, pero según el libro que leí en la biblioteca sobre parejas, relaciones y esas cosas, no debo parecer tan accesible y al mismo tiempo sí parecerlo.
... aún no descubro cómo llegar a ese equilibrio, no entiendo muy bien lo que accesible significa.
Volver a casa en su camioneta fue todo en desafío, mi corazón se disparaba cada vez que inhalaba profundo y su aroma invadía hasta la ultima de mis células, Edric, que debía oler mis emociones y escuchar mis erráticos latidos, se partía de la risa cada vez que eso sucedía, él adora reírse de mí.
Todo iba bien hasta que el pelinegro se detuvo frente a la casa de su padre, Mikel cortaba madera sin ningún tipo de preocupación... hasta que me vio.
— ¿No deberías estar en clases, Kayla?
Bajé del auto, colgué la mochila en mi hombro y me planté frente a él.
— Me... suspendieron por dos días en la escuela por... romperle la nariz a un chico.
Abrió mucho los ojos y observó a su hijo, que estaba parado junto a mí, relajado y con ambas manos en los bolsillos.
Claro, disfruta de mi regaño, niño bonito.
— ¿Tú qué hacías con ella?
Se cruzó de brazos su padre.
— Fui como su tutor, escuché a Kelly gritarle por eso ayer, me acordé cuando iba al pueblo por suministros y pasé a ver si ella o Jack se habían presentado, como no había nadie, me quedé, y papá, antes de que la regañes, Kayla sufre de bullying en la escuela, el chico al que golpeó lleva molestándola hace semanas, la golpea, le bota la comida, mete su cabeza al escusado... papá, ella soportó demasiado, sus padres estaban tan avergonzados que no dijeron absolutamente nada cuando a su hijo le dieron una semana de suspensión y visita con la psicóloga escolar, quedará registro en su hoja de vida por el acoso escolar.