Capítulo 9

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Gimotee aún con mis dientes clavados fuertemente en su hombro, Edric no mentía al decir que dolía como el infierno, sentía como si fuese a arrancarme el trozo de piel en cualquier momento

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Gimotee aún con mis dientes clavados fuertemente en su hombro, Edric no mentía al decir que dolía como el infierno, sentía como si fuese a arrancarme el trozo de piel en cualquier momento.

Claramente no me quedé atrás, clavé mis dientes con todas mis fuerzas, sintiendo al pelinegro tensarse bajo mi peso, me sentía poderosa y terriblemente afortunada de por fin poder encontrar un compañero ¿Y quien mejor que el primer hombre que me gustó desde que pisé la manada Sallow?

El calor recorría desde la marca hasta el ultimo de los dedos de mis pies, sentía que me quemaba, quise apartarme, pero Edric me abrazó con todas sus fuerzas, manteniéndome en mi lugar, frotando nuestros pechos desnudos, provocando que mis pezones se irguieran ante la nueva actividad, intentando distraerme del dolor, envolviéndome en el placer de su roce y el olor a rosa que inundaba el cuarto, quería ir a casa y recoger mi corazón para entregárselo, pero probablemente no podría ir ahí en unos cuatro días por el celo de los gemelos, eso es un problema ¿Debería solo tallar otro corazón?

No... debería esperar, ese corazón lo hice y lo perfeccioné para dárselo a Edric, puse toda mi alma en él, no puedo sólo reemplazarlo.

Al terminar, ambos sellamos la herida con una lamida, viendo las perfectas marcas de cada uno de nuestros dientes en la piel del contrario, y por supuesto, no debíamos activar la curación, debíamos dejar que sanara como una simple herida humana, de lo contrario, se borraría, y nuestro objetivo es que esté ahí para siempre.

— ¿Estás bien?

Preguntó ayudándome a pasar los brazos por su camiseta otra vez al ver mi incomodidad, aún no me sentía preparada para mostrarme desnuda, debo esperar mi celo.

— Estoy bien ¿Y tú?

— Mejor que nunca — acunando mi rostro entre sus manos— Por fin... eres mía, después de tanto tiempo anhelándote...

Acercándose peligrosamente a mi rostro.

— ¿Lo hacías? para mi gusto, siempre me ignoraste.

Regresando a mi lugar en la cama, con su ropa, me gustaba la sensación de estar cómoda y calentita con la ropa de mi pareja.

Mi pareja.

Siempre quise decir eso.

— Debía hacerlo, dime tú ¿Hubiese sido normal emparejarme con una niña de catorce años cuando yo tenía veinte?

Bueno... si lo dice de esa manera...

— Pero podrías haberme dado un poco de esperanza, rompiste mi corazón en múltiples ocasiones.

— Creí que habría otra persona para ti, una más adecuada.

Acurrucándose conmigo en medio del nido que hice sin tener plena conciencia.

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