37. Volver

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Red, red wine, stay close to me

Don't let me be alone

It's tearing apart my blue heart

Andrea reconoce esa canción. No tiene ni idea de quién la canta o cómo se llama, pero su tonada la lleva, inevitablemente, a una madrugada en la sala de su casa y al matiz embriagado de una voz querida. Los recuerdos se apoderan de ella de inmediato, pero, por suerte, toda la clase aplaude a la profesora, cuya voz no es tan agradable como la que ella estaba recordando, y la devuelve a la realidad.

—Gracias, gracias, la próxima clase serán ustedes los que cantarán así que elijan una canción que les guste y practiquen —dice ella en inglés—. No se preocupen que solo se calificará la pronunciación y no el talento vocal. Buenas noches.

Ante la despedida, los alumnos se van poniendo de pie. Andrea está haciendo lo mismo, cuando su teléfono suena. Extrañada al ver que se trata de una videollamada, decide no contestar, pero se da cuenta de que el número tiene el prefijo +82 y se queda paralizada hasta que el teléfono deja de timbrar. Sin embargo, vuelve a sonar cuando ya está en el pasillo del instituto; esta vez contesta de inmediato y en la pantalla aparece Kim.

Ahora su reacción es pegar el teléfono a su pecho y correr al baño. En cuanto entra, cierra la puerta con seguro, pega la espalda a esta y respira hondo antes de poner el teléfono frente a su rostro.

—Creí que se había perdido la señal —dice él en inglés con una sonrisa nerviosa, luego se disculpa y coge otro teléfono para ahora sí, traducir sus palabras.

—No es necesario. Te entiendo —le dice Andrea en inglés rogando porque su agitación no le haga olvidar todo lo aprendido.

Con un gesto sorprendido, Kim deja el teléfono en lo que parece una mesa.

—Llevo un tiempo estudiando, todavía no soy una experta en el idioma, pero puedo mantener una conversación —agrega ella.

El último año ha descubierto que le gusta mucho aprender otros idiomas y que se le da muy bien una vez le coge el truco a la pronunciación.

Kim le regala una sonrisa tan amplia, en un evidente gesto de orgullo, que de pronto la invaden las ganas de llorar. Sin embargo, su propio orgullo le ayuda a contenerse.

—Lo haces genial —le dice Kim.

—Lo sé —responde ella y ambos ríen.

De repente empiezan a tocar la puerta y a intentar abrirla.

—No estás en casa... si estás ocupada puedo llamarte después...

—¡No!

Su grito la sorprende a ella misma, pero él evita que la vergüenza le dure mucho.

—Esta vez sí lo haré, lo prometo —afirma con seriedad y ella entiende que se refiere a que, cuando se despidieron, él dijo que le llamaría y le escribiría (y volvería) pero nunca lo hizo.

Ahora ella debería demostrarle que no le importa si esta vez tampoco cumple, pero, aunque se obligó a pensar que ya lo había olvidado, en el fondo todavía lo esperaba.

—Estaré libre en dos horas... no, una hora —se apresura a decir.

—Ok. Te llamaré en una hora, entonces.

Las chicas que querían entrar al baño le reclaman furiosas en cuanto les abre la puerta, pero Andrea no las escucha pues ha salido corriendo.

*****

Esto no es un drama coreanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora