48. No puedo amar a nadie más

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—Hola, Andy —saluda él con una sonrisa que parece tímida.

Por un instante, Andrea tiene el impulso de colgar, apagar el teléfono o aventarlo a la calle, pero se descubre tan tiesa que apenas puede respirar con normalidad.

—Estoy en Francia —dice, ante el silencio de ella—. Mi madre y yo nos mudamos hace unas semanas. Jung encontró la forma de que pudiera salir de Corea y ahora nos estableceremos aquí. Desde que te fuiste me pasé los días buscando la manera de arreglar mi situación, de tener estabilidad para permitirme pensar que podría estar contigo. Hubiera corrido detrás de ti sino fuera por mis problemas legales, no me habría importado vivir como un fugitivo, pero no podía hacerte eso. Perdí todo lo que tenía, Andy, solo me queda esta casa y mis fuerzas para empezar de nuevo y quiero compartirlas contigo. Quiero compartir todo mi futuro contigo. Te quiero, Andy...

Andrea se pone de pie de un salto. Empieza a deambular por la sala con el teléfono en la mano. Él no puede haber dicho eso...

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —pregunta Alejandro acercándose, preocupado.

—Sí, sí, todo está bien.

—Estás temblando...

—¿Andy? ¿Andy, estás ahí?

Andrea se lleva una mano a la cabeza sin saber qué hacer. Tae Hyuk sigue llamándola.

—¿Quién es? —vuelve a preguntar Alejandro, pero ella no responde—. Cuelga la llamada y siéntate, estás demasiado nerviosa...

Andrea aparta la mano de inmediato cuando Alejandro intenta tomar el teléfono y él la observa sorprendido.

—Por favor, déjame sola —logra decir ella.

—No te encuentras bien...

—Ale, por favor, solo vete. Debo solucionar esto de una vez.

Él analiza su rostro un momento antes de asentir y acercarse para despedirse con un beso en la mejilla.

—Si se te va de las manos, llámame. No siempre podemos con todo, Andrea —dice antes de salir.

Cuando se ha ido Andrea respira hondo antes de volver a poner el teléfono frente a ella. Tae Hyuk sigue en la pantalla.

—¿Ese era Alejandro? —pregunta Tae Hyuk.

—Sí —responde Andrea, y de algún rincón mezquino de su ser, algo la obliga a agregar—. Se divorció.

—Ustedes...

—¿Qué es lo que quieres, Tae Hyuk?

—Ven conmigo —el corazón de Andrea pega un brinco—. No te pido que te mudes, solo que vengas unos meses. Sé que en tu país ya no se necesita visa para venir aquí, basta con tu pasaporte. Yo te enviaré el boleto. Quédate aquí conmigo unos meses, conoce mi nueva vida y decide si te gustaría que fuera también la tuya. Si no es así, yo volveré a tu ciudad. No importa dónde sea, Andy, quiero pasar mi vida a tu lado.

Andrea aprieta los dientes y los puños. El teléfono tiembla por la fuerza que ejerce su mano en él.

—Yo fui a buscarte —dice—. Estaba preparada para tu rechazo, pero me recibiste con los brazos abiertos, me hiciste sentir que te hacía feliz estar conmigo... y a pesar de eso nada cambió. Para eso no estaba preparada, Tae Hyuk.

—No podía hacer...

—¡Sí podías! ¡Habríamos encontrado la forma, pero solo te despediste!

Esto no es un drama coreanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora