45. Así sostiene un hombre a la mujer que ama

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Una alarma en el teléfono de Tae Hyuk los despierta en la madrugada. Andrea está cómodamente acurrucada en su pecho, y a pesar de que Tae Hyuk tiene el cuerpo a alambrado, gustoso se quedaría en esa posición el resto del día.

Con esfuerzo se levanta, la despierta y se preparan para realizar su último recorrido en Jeju.

Un par de horas después, cuando recorren el camino bordeado de colinas verdes y faros de piedra que iluminan la penumbra, Tae Hyuk observa complacido como Andrea se maravilla con la preciosa naturaleza del famoso cono volcánico Seongsan Ilchulbong. Ha sido una excelente decisión llevarla a conocer los paisajes naturales más imponentes de su país.

Luego de una caminata de casi media hora, se reúnen con los otros turistas diligentes que ya están en la cima del cráter, esperando el amanecer. Cuando el sol empieza asomarse en todo su esplendor y crea un espectáculo en el cielo y el horizonte que deja boquiabiertos a los visitantes que están allí por primera vez, Tae Hyuk se vuelve hacia Andrea.

No se cansa de ver en embeleso en su mirada, ni de sentir su presencia a su lado, y, en ese preciso instante, cuando por primera vez comparte su espectáculo favorito de entre todas las maravillas de su país con alguien, Tae Hyuk siente un anhelo tan profundo por ella, por su compañía que pronto le faltará, que se da cuenta de cuán enamorado está.

Debo estar loco. Todavía no te vas y ya te estoy extrañando.

Ella no despega la mirada del horizonte, pero desliza su mano en la de él de modo que entrelazan sus dedos.

Por la tarde ya están de vuelta en Busan, sentados a la mesa con su madre, que los estaba esperando para almorzar.

—¿Cómo estuvo el viaje? —pregunta ella a Andrea, que justo en ese momento está dando una buena probada de su ramen casero.

—Pregunta qué te pareció el viaje —traduce Tae Hyuk, recogiéndole un mechón que le cae en la frente.

Ella se sonroja ante su gesto, lo que a él le provoca besarla. Le sigue pareciendo adorable que muestre esa peculiar timidez, especialmente después de su noche en Jeju.

—Fue maravilloso —responde Andrea rehuyéndole la mirada e intentando concentrarse en su madre—. Mi país tiene muchos lugares impresionantes, pero jamás había visto sitios como los he visitado aquí.

Tae Hyuk le transmite esa respuesta a su madre y ella se muestra más que satisfecha. Le encanta que halaguen su tierra.

—Y eso que solo has estado en algunos lugares turísticos, espera que conozcas el resto...

Este comentario le hace recordar a Tae que a Andrea solo les quedan dos días y medio allí y de repente se le va el apetito. Mas, para no demostrar su inquietud, traduce las palabras de su madre y continúa comiendo con normalidad.

Esa tarde decide dejar que Andrea descanse en casa y pospone la salida que tenía planeada, pero aprovecha para darle su parte del conjunto para parejas que compró luego de que volvieran a retomar el contacto, hace meses.

—¿Qué es? —le dice ella sentada en los futones que él ha colocado en la sala para que tomen una siesta.

—Una vez dijiste que te gustaba mi camiseta y que querías una igual, esto es lo más parecido que encontré —le responde, fingiendo que habla en serio.

Aquella vez se dio perfecta cuenta de que ella mencionó su ropa porque estaba aturdida y avergonzada de haberse quedado observándolo. Esta vez, mientras saca la prenda de la bolsa, Andrea esboza una sonrisa desconcertada, seguro esperando una camiseta masculina de su talla, por lo que se sorprende al sacar una larga, color azul marino con el cuello y con los bordes de las mangas color blanco.

Esto no es un drama coreanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora