10. Él

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Andrea detesta los horarios de trabajo nocturnos. Lleva casi dos años como operaria de producción en una empresa de productos escolares, pero todavía le cuesta cambiar de turno. Esta semana le tocó el segundo, de tres de la tarde a once de la noche así que, cuando vuelve a casa, sus "bebés" están profundamente dormidos.

Andrea suspira resignada. Abre la puerta y, en lugar de ir directo a su cuarto como siempre, se acerca al colchón donde está durmiendo su más reciente rescatado. Para no despertarlo se alumbra solo con el brillo de la pantalla. Esta noche el coreano duerme bien: no hay fiebre, ni pesadillas, ni dolor. Ayer, en cambio, le dio un gran susto cuando lo encontró delirando.

—¿Qué cosas te perturbarán tanto?

Su voz es apenas un murmullo, pero él se remueve un poco. Andrea no sabe si es por sus costillas o por costumbre, pero duerme totalmente recto, con los brazos bien alineados a los lados.

—La pose de un muerto —susurra con un escalofrío.

Sin embargo, su semblante tranquilo y su respiración acompasada le dan un aire de serenidad que le quita lo tieso. Después de todo, no se ve mal.

Andrea vuelve a exhalar un suspiro. Estuvo a punto de dejarlo abandonado en la embajada, pero no fue capaz. Su mirada asustada se le quedó grabada desde el día que huyó de él en el parque, y fue ese recuerdo lo que la obligó a volver. El de este hombre será uno de sus casos más difíciles (y costosos), pero ya encontrará la forma de ahorrar más dinero para retomar su carrera.

Tras darle una última mirada, Andrea se va a acostar.

"Hasta dormido y pareciendo un cadáver se ve lindo" es lo último que piensa antes de que la venza el sueño.

*****

A la mañana siguiente, encuentra al coreano levantado y cambiado. Al reparar en que lleva la misma ropa desde hace tres días, se da cuenta de que debe pedirle unas cuantas cosas más a Karen.

"Fon, plis" lo escucha decir y esta vez adivina de inmediato que le está pidiendo su teléfono.

—¿Tienes un ordenador y conexión a internet? —pregunta con ayuda del traductor.

—Eh... Sí... ¿Por qué?

—Quiero intentar comunicarme con mi familia.

Andrea abre la boca y se da una palmada en la frente.

—¡Claro! ¡Cómo no se me ocurrió antes!

En un instante, va a su cuarto y vuelve con una laptop.

—Toma, préndela. Se conecta sola al wifi de Karen. Voy a decirle que prenda su router y, de paso, que nos preste un poco más de ropa.

Andrea sale corriendo sin darse cuenta de la mirada confundida de él, pues no tradujo nada de lo que dijo después de su palmada en la frente.

Hoy Andrea tenía intención de decirle a su rescatado de dos patas cuales serían sus obligaciones en la casa, pero, con la euforia de que se contacte con su familia y consiga la ayuda que necesita (lo que la liberaría a ella de cualquier responsabilidad), decide darle un día más de asueto. Con suerte ya no estará allí a la mañana siguiente.

El resto del tiempo hasta que ella se prepara para ir a trabajar, el coreano se la pasa ocupado con la laptop y hablando por teléfono. Esto último le parece buena señal a Andrea, y, aunque se muere de curiosidad, no puede preguntar nada pues él se pasa un largo rato conversando en su idioma y no parece tener cuando acabar.

—Supongo que me tendré que ir sin teléfono —murmura cuando está a punto de salir y él todavía sigue hablando.

Pero antes de que cierre la puerta, lo escucha llamarla con un "hey".

Esto no es un drama coreanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora