16. La pérdida (II)

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Al día siguiente sale rumbo al trabajo más temprano de lo habitual, para no encontrarse con Kim. Se ha pasado buena parte de la noche sacando cuentas para reunir el dinero que debe devolver: tendrá que usar hasta el último céntimo de sus ahorros y pedirle prestado a Karen y a Erick.

La jornada le resulta terriblemente pesada. Para cuando sale del trabajo se siente mucho más cansada de lo habitual, pero aprieta el paso rumbo al banco e intenta sacar el dinero. Sin embargo, ese día trabajó horas extras y a esa hora ya no están atendiendo.

Con una maldición, se enrumba de vuelta a casa. Por suerte, Erick le pudo prestar la cantidad que necesitaba y aunque apenas es la tercera parte del total, espera que Kim no tenga tanta desfachatez como para desconfiar de que le entregue lo restante después.

Por supuesto, él está encerrado en su cuarto en cuanto ella llega. Sin embargo, en cuanto la oye entrar a la casa, sale a su encuentro.

Listen to me* —dice sabiendo que ella lo entenderá.

A pesar del cansancio, Andrea acepta su petición y se acomoda en la sala, pero él no la sigue, sino que regresa a su cuarto y vuelve un momento después con un sobre y la laptop. Luego se acomoda en la mesa y la llama con una mirada.

Cuando Andrea está sentada frente a él, saca uno a uno los papeles que tenía en el sobre y los acomoda de modo que todos quedan visibles.

—Esta es una copia de mi identificación —explica señalando una hoja con sus datos—. Estos son mis antecedentes penales y policiales. Esto es mi certificado del colegio de abogados de Corea. Este es mi copia del pasaporte y este es el itinerario que preparé para mi viaje. Lo que sigue son todos los detalles de las transacciones por la compra de boletos de avión, bus, reservas en hoteles y demás. También están los correos que mandé pidiendo información de tours, hospedajes y actividades recreacionales. Mira las fechas, casi todo es desde hace más de seis meses. Y aquí —Kim toma la laptop y la gira hacia ella— están todos los archivos de búsquedas e información que recopilé mientras preparaba el itinerario. Todo fue creado hace más de un año.

Durante unos momentos, Andrea se limita a pasear la mirada por los papeles y la pantalla de su laptop. Esta forma tan minuciosa de intentar convencerla la resulta abrumadora.

—No tuve nada que ver. El escándalo estalló cuando se reveló un video que incriminaba a dos jueces y estos involucraron al ministro de educación. Él fue mi cliente hasta hace unos meses y supongo que por esto me vi involucrado también, pero no tengo ninguna relación con el caso.

Andrea lo estudia. Sigue desconcertándola que él se empeñe tanto en lograr que le crea, y quiere hacerlo, pero hay algo que no la convence.

—Dímelo todo —exige, esperando que vuelva a la pose presuntuosa que asume cuando cree que le está pidiendo más de lo que merece.

Pero, nuevamente, se lleva una sorpresa cuando él le cuenta cuál fue el caso que llevó con ese ministro.

—¿Cuántos años tienen? —pregunta ella dejando confundido a Kim—. Sus hijos, ¿son grandes?

—Cinco años —contesta Kim y Andrea se envara.

—¿Le quitaste a sus niños?

Kim abre la boca, pero no logra decir nada.

—¿Ella era mala madre? ¿Los maltrataba?

—No.

—Entonces, los descuidaba. Prácticamente los criaban las niñeras...

—No. Ella los quería, dejó su carrera los tres primeros años después de tenerlos. Y cuando la retomó, se decía que rechazaba contratos si le impedían estar con ellos.

Esto no es un drama coreanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora