Capítulo 3

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En mis dieciocho años he aprendido que no hay nada como las primeras veces… jamás se olvidan por más que lo intentes. Y yo he tenido un montón de primeras veces.

He leído más de mil libros, pero ninguno como el primero.

He escuchado miles de canciones, pero ninguna como aquella.

He probado todo lo que se supone que la gente hace para olvidar y, aún así, mi única escapatoria de la realidad siempre ha estado entre las páginas de un libro… el primero que leí y el único que posee heridas similares a las mías, que está conectado a lo que yo le huyo.

Todo lo que he hecho ha sido con un propósito: huir del pasado; pero este se niega a soltarme. Es como si estuviera encadenada a él, como si mi presente no fuera más que una palabra X en el diccionario.

Como si sólo fuera una leyenda contada en antiguos cuentos de hadas.

— A veces desearía que fueras tú, Camila… que solo por una noche fueras tú —la voz de Camden ese día todavía se mantenía fresca en mi memoria. El dolor en su mirada. La rabia contenida en su tono.

Todo... lo recuerdo absolutamente todo como si hubiera sucedido ayer mismo.

Esa noche nuestro padre se había tardado mas de lo normal en su cuarto, mientras yo permanecía escondida. Cómo siempre.

Había intentado avisarle a mamá desde hacía un tiempo pero ella solo me ignoraba o no estaba cerca.

Bueno hermanito, supongo que algunos deseos si se cumplen.

Y vea que sí lo hacen, ya que unos meses despues yo ocupé su lugar, incluso por aún más tiempo que él. ¿Lo más irónico?. Yo fui la que peor acabo en esta historia… el Karma me cobró la protección de mi hermano con mil demonios disfrazados de cicatrices encargados de atormentarme en casi todo momento.

Algunas veces deseo haber ido con ellos en el coche ese día, estar sentada a su lado y haberme entregado de brazos abiertos y en buena gana a la pasantía ancestral que brinda la muerte. Pero... entonces recuerdo todas las noches en las que él sufrió, los momentos en los que me mandaba a encerrarme en su armario para que papá no me encontrara y viniera a él; entonces recuerdo todo lo que escuché, cómo callé, cómo permanecí oculta y me siento culpable.

Culpable por desear la muerte cuando debo de pagar el precio de mi castigo; un castigo injusto e inmerecido tanto para mí, como para Camden.

Y la verdad es que me he pasado tanto tiempo tragando en seco, aguantando en silencio y ocultando realidades que para los oídos de los demás son dolorosas, que he olvidado lo que es ser libre.

Pero hoy, hoy mi pacto auto–impuesto se está tambaleando porque esta vez no me dejarán seguir callada, sino que me exigirán hablar lo que oculto.

Me exigirán sacar a la luz lo que una vez escondí en lo más profundo de mi ser... porque si de casualidad ve la luz del sol, entonces la poca vida que he logrado salvar se derrumbara y me quedaré sin nada.

Aunque, fue justo para eso que accedí a ver un psicólogo, ¿no?.

Demonios.

Observo a mi alrededor y tiemblo. La consulta de la doctora Sánchez es pequeña y agradable, no se parece a ninguna de las otras que he tenido la desgracia de visitar. Las paredes y el techo están pintadas de blanco, hay un florero en cada esquina de la habitación con varios ramos de girasoles en cada uno. La pared del fondo tiene un reloj grisáceo y justo debajo de este hay un enorme librero lleno de libros, y el segundo compartimiento, justo en el centro, se encuentra un pequeño cráneo que está ubicado de costado. Raro.

La coleccionista de heridas {EN EDICIÓN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora