Maratón

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(Capítulo 9)

Camila.

—¡Cam!— el grito de mi madre retumba en las paredes del cuarto—¡Ya está todo listo!

Guardo las cartas en mi tocador y me cercioro de qué no estén visibles. Me levanto y bajo las escaleras rápidamente. Sé que lo que tiene para decirme no me gustará así que es mejor no atrasar las cosas; prefiero que me lo diga ya de una buena vez a estar aplazando el momento.

Apenas mis pies tocan el último escalón escucho susurros provenientes de la cocina; me acercó sigilosamente hacia la pared que separa la habitación donde ellos están del comedor, pegándome para evitar ser descubierta.

—¿Qué quieres que haga? —escucho el susurro de mi madre. —No me emociona tenerte aquí Julio… ni a mi ni a ella.

Una serie de murmuros le sigue a sus palabras mientras yo me pegó más a la pared dando unos pasos hasta el límite del marco. El ambiente se siente incómodo y hostil.

Mierda.

Decido interrumpir, porque mientras mas rápido esto termine mejor.

— ¡Mamá! — exclamó para anunciar mi presencia antes de entrar en la cocina, pero aún así lucen sorprendidos.

¿De qué carajos hablaban.?

Mi madre es la primera en disimular.

—Oh Cami, ahí estas, ve a la mesa, nosotros...— mira a Julio preocupada pero el continúa mirándome fijamente mientras yo observó para cualquier otro lado que no sea a él— ...nosotros iremos en unos momentos.

Con la misma velocidad con la que entré me doy la vuelta y me dirijo al comedor.

La cena fue tranquila y tensa, apenas toque la comida debido a los nervios. Debía de ser la primera en marcharme si quería sobrevivir. En todo momento evité la mirada persistente de mi padre, quien solamente se dedicaba a observarme como un depredador a su presa mientras mi madre servía más vino en su copa.

— Entonces Camila— comienza a hablar—, te tenía que hablar de algo pero—dio un trago y lo saboreó mientras me observaba—, ya no importa. Así que no te preocupes por eso.

Asiento y me enfoco en mi plato, pero no pierdo como Julio cambia los ojos de mi hacía mi madre y la observa pidiéndole explicaciones. Eso confirma mis sospechas de que lo que ella quería hablar, tenía que ver con lo que andaban conversando en la cocina; pero agradezco que ya no tengamos que discutirlo porque todo lo que esté relacionado con ese hombre, lo deseo a mil metros lejos de mí.

— Mamá, recuerda lo que dijo tu terapeuta sobre beber —Le recordé cuando vi que iba por si tercera copa, pero ella solo asintió, perdida en sus pensamientos.

Pasaron unos minutos antes de que me levantará para retirarme. Casi corriendo llevé el plato hasta el lavavajillas, pero no fue lo suficientemente rápido.

—Cuando niña eras mucho más agradable que ahora ¿Sabes?—su voz revolvió la poca comida que había logrado ingerir.

Me volteé con la frente en alto y sin decir una palabra caminé en dirección a las escalera pero el agarró mi brazo antes de que me escabullera.

— Sueltame — siseo — ¿No crees que soy lo suficientemente grande para ti?

Sus dedos se cirnieron con más fuerza en mi brazo, causándome algo de dolor; pero no lo demostré. No le daría la satisfacción de mostrarle que algo me dolía, hace tiempo me había dado cuenta de que si no lo demostraba el me dejaba en paz más rápido.

—A pesar de todo Camila, sigo siendo tu padre, que no se te olvide —Con un apretón más me dejó libre y me dirigí a mi cuarto.

Repetí la acción de la tarde y tomé medidas mas preventivas para mi protección. Me acosté en la cama y me arrope completa. Pero no dormí, porque algo me decía que él vendría, algo me decía que no estaba fuera de peligro… y ese algo tenía razón.

Cómo siempre.

El picaporte comenzó a sonar justo en la medianoche, espantando al sueño de mi cuerpo. Se quedó unos minutos en silencio antes de volver a ser sacudido. A pesar de que sabía que esta noche el no entraría eso no impedía que me sintiera como cuando niña: Asustada y sola.

No volvieron a intentar pasar luego de esa vez, sabía que sería imposible a no ser que derribáran la puerta, en dicho caso ya tenía preparado el celular con el número de emergencia para ser marcado apenas él entrará. Lo tenía todo resuelto, me había imaginado todas las situaciones posibles, excepto los toques.

Suaves toques en la puerta me llamaron la atención, normalmente el entraba y sus toques no eran delicados. No, estos eran los de mi madre.

Me levanté y acerqué a la puerta.

— ¿Mamá?— no hubo respuesta.—¿Mamá eres tú?

Contra todo pronóstico quité la silla y las cerraduras y abrí la puerta y allí estaba ella; borracha como en los viejos tiempos.

—¿Estas borracha?— pregunté asombrada. Siempre alegaba que su mayor logro era llevar tres años sobria y sin embargo estaba frente a mi, con ojos brillosos y apestando a alcohol barato.

—Puta— susurró.

—¿Qué?— pregunto con un hilo de voz; incapaz de asimilar las palabras que salieron hace unos segundos de su boca.

—Eres una puta— repitió esta vez más fuerte— No te bastó con robarme a mi hijo sino que tambien te llevaste a mi marido, tu— con un dedo tembloroso me señalo— eres una puta.

—Mama, ¿De qué estás hablando?— No puedo ni siquiera respirar.

—¿Ahora quién te querrá Camila?— hizo un puchero ridiculo y sonrió— ¿Ahora quién querrá a la mancillada?

Mi corzon se rompe.

— Mamá, será mejor que vayas a dormir un poco y que tomes…— apenas logro susurrar—...un montón de agua, antes de que digas algo de lo que te arrepientas mañana.

—De lo único que me arrepiento es de haberte tenido Camila, tú solo fuiste un condon roto.— escupe ella antes de girarse y desaparecer por las escaleras.

Mis manos aprietan con fuerza la madera de la puerta en un intento por mantenerme en pie mientras las lagrimas empañan mi vista.

¿Qué acaba de suceder?

Cierro la puerta y me resbalo por ella, ahora mismo mi cerebo es incapaz de reproducir otras palabras que no sean : Tú solo fuiste un condón roto.

Al final… no fuí más que un accidente.

La coleccionista de heridas {EN EDICIÓN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora