Capítulo 15

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Camila

El Sol baña mi piel y la brisa me hace cosquillas en las mejillas. Es una sensación que hacía tiempo había olvidado. Hoy logre salir de la casa sin escolta y me dirigí a un parque cercano… necesitaba tomar un respiro de todo aquello.

Necesit aba un respiro de los recuerdos.

Así que ahora estoy aquí, sentada en un banco mientras observo a las personas pasar por enfrente mío. Cada una en un mundo distinto, cada una con problemas diferentes, cada cual con un tiempo propio. Solo caminan como autómatas, siguiendo el compas de lo que su vida marca... moviendose en la dirección correcta, sin percatarse de que hubo alguien que detuvo el curso de su reloj para dedicarse a observarlos.

De momento alguien se aparta de esa multitud y se sienta a mi lado. Estamos en silencio. La persona no habla y yo tampoco lo hago, solo observamos a la multitud ocupada. Luego de un tiempo volteo la cabeza y me encuentro con alguien que no esperaba ver. Un par de ojos azules me devuelven la mirada, estan tan agotados que me dan algo de lástima. ¿Como te tuvo que haber tratado la vida para que estes tan agotada? Siguen igual de apagados que cuando me fui, contienen las mismas cargas pero a diferencia de antes, ahora estan menos tristes.

Los ojos de mi madre.

Por ley desvío la mirada y finjo que no se encuentra ahí. Todavía no supero lo que escuche en casa antes de irme. Todavía no soy capaz de mirarla y no juzgarla, pero ella no está conforme con que la ignore… sino que hace lo posible por tocar mis derrumbes.

—Si te escuche, te escuche cada noche, a ti y a… él— sus palabras son como puñales en mi pecho —. Por eso es que cada noche me emborrachaba hasta perder el conocimiento… para olvidar vuestros gritos mal ahogados por Julio. Y me culpo, cada día y cada segundo. Me culpo por no haber salido de allí, con ustedes, a tiempo.

Los minutos transcurren mientras ella espera al menos una palabra, pero yo estoy concentrada en no llorar, en mantenerme fuerte. Asi que Carmen suspira y continua.

—Los amé sabes… siempre los he amado… y loss seguiré amando a pesar de todo, aunque uno me odie y el otro no sea capaz de culparme justo ahora.— hace una pausa para tomar aire antes de seguir—, al principio intenté defenderlos, pero tu padre me golpeó hasta el cansancio. Tardé días en recuperarme y cuando lo hice creí que si esperaba a que la niñez pasara, que si esperaba al momento correcto, entonces podría defenderlos y estar ahí cuando fueran mayores. ¿De qué sirve una madre si está muerta?; pero luego paso lo de Camden…—Intentó detenerla, pero me lo impide —. No estaba borracha ese día, fue el otro conductor. Perdió el control del camión y... el impactó fue del lado del pasajero, del lado de tu hermano y.… ya sabes el resto. El duelo por lo perdido era mayor que el duelo que llevaba por ti, pasó un tiempo antes de que despertará u decidiera cambiar. Así que comencé por dejar la bebida... fue difícil y me costó bastante pero una vez pase ma prueba, supe que sería ivensible. Luego me encargué de dejar a tu padre y alejarte de el,después…

—¿De qué sirve una madre si no esta cuando sus hijos la necesitan? —mi voz suena como un susurro, no la miro… solo hablo— ¿De qué sirve que me cuentes esto ahora si ya el daño es irreparable? No sirve de nada, las excusas son idiotas comparadas a lo que yo sufrí mientras me escuchabas mamá… y eso… eso es duro; es duro el pensar cada noche: ¿Como fue capaz de no hacer nada? ¿De dejar que él, por años, me hiciera el mismo daño una y otra vez? ¿Siquiera me amor? ¿Por qué? — tomo unos segundos para tragarme el nudo que se me ha formado en la garganta y poder continuar—, pero, a pesar de los pensamientos que se me cruzen por la cabeza; yo sé que lo sientes mamá... Lo sé. A pesar de todo… yo lo sé.

No volvimos a hablar, tampoco nos miramos; solo estuvimos allí… la una al lado de la otra… como dos personas que comparten un pasado y heridas en común. Compartimos unas horas en medio de aquel escenario, sin conversaciones nulas para llenar el espacio, sin palabras vacías y repetitivas, sin secretos ocultos. Solo dos humanos que decidieron parar el curso de su tiempo para ver como otros se matan por cumplir con el suyo. Coexistimos con la paz que tanto ansiábamos sin rencores de por medio… y fue agradable, muy agradable.

— Espero que algun día puedas perdonarme — susurro antes de levantarse e irse.

Observe su figura hasta que desapareció a lo lejos.

A pesar de lo que digan mis ojos, a pesar de lo que encierren mis labios. Yo si soy capaz de perdonar... aunque no lo exprese... a pesar de que nl sea ahora. Porque yo también te amo, de todas las formas correctas que pueden existir, de todas las maneras correctas que me enseñaste. Y solo por eso te puedo asegurar que, lo haré.

— Ojalá que algun día te puedas perdonar a ti misma.

Día Tres:

Cuan capaces de esconder cosas son los ojos... cuan engañosos se tornan una vez que has aprendido a mentir.

Quien diría que una palabra podia destruir tanto a alguien... quien diría que una mirada era capaz de acabar con un alma. Un gesto... un recuerdo.

Mi piel es testigo de cuan destructivos pueden ser esas cosas... y aun así, a sabiendas de cuan dolorosas son, deje que alguien se fuera herido.

Herido por mí... y se sintió raro. Raro para mal.

Estoy en mi derecho y lo sé... pero, ¿Por qué se sintió así?

No lo se... quizas en algun futuro no muy lejano esta carta llegue a sus manos y ella sepa que la ame... y que la llegue a perdonar. No me quiero ir dejandl cuentas pendientes. El rencor es un lastre que solo se encarga de retrasar y hacer cargas inecesarias en el alma.

Y eso es lo menos que necesito.

Una vez prometí que llegaría un momento en el que escucharía nuestra canción favorita y me aseguraría de no despertar. Y esta promesa… esta promesa nadie me  la arrebatara.

Pues el día esta cerca… muy cerca.

Camila.

La coleccionista de heridas {EN EDICIÓN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora