Capítulo 5

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𝔈𝔯𝔦𝔠𝔨

-¿Qué ha pasado?

-Ya no tengo trabajo.

-¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué sucedió?

-Hubo un inconveniente y me fui de ese lugar.

-Pero Erick...no puedes...no podemos permitirnos eso. ¿Fue tu culpa? -Se que tenía motivos para estar nervioso, que no nos esperaba nada bueno si no encontraba trabajo pronto pero no me estaba sintiendo bien y lo que menos quería escuchar era una reprimenda.

-No es momento ahora para que chilles, no me siento bien y estoy agotado. Deja que me vaya a descansar y cuando despierte, hablamos.

-¿Cómo que no es momento? Acabas de perder el trabajo, acabas de perder la única fuente de ingreso que tenemos. No me digas que no chille.

-¿Y crees que no lo se? ¿Crees que me da alegría eso? ¡Joder! Lo se, claro que lo se pero necesito descansar.

-¿Me quieres contar? -No era mi intención llorar, odiaba hacerlo, más aún cuando alguien podía verme pero al parecer, había llegado a un punto en que era necesario. Él me miraba ahora con pena, no me gustaba para nada esa sensación sin embargo limpié las lágrimas de mis ojos y respondí.

-Mi jefe es un idiota, tuve un encuentro incómodo con él y terminé renunciando.

-¿Pero tan mal fue? -Él no sabía por lo que tenía que pasar en ese club, solo conocía la parte buena, esa en donde tenía un buen pago, el resto, ha sido un secreto.

-Si...ya no puedo volver ahí, lo ofendí al jefe y aunque tengo mis razones, obviamente no va a recibirme de vuelta y yo tampoco pienso regresar.

-¿Y qué vamos a hacer? No nos puede pasar esto ahora, tenemos pronto la operación y...

-Ya basta Chris. Se lo que va a pasar, se que esto es horrible y no se que voy a hacer, no lo se, algo se me va a ocurrir pero justo ahora solo quiero descansar, tuve una noche terrible.

Se que esta no es la mejor forma de tratarlo, comprendo mejor que nadie el significado e importancia de lo que nos viene encima, claro que lo se, lo se mejor que nadie porque llevo dos malditos años haciendo hasta lo imposible por obtener hasta el más mísero centavo y justo ahora cuando al fin podría aliviarme un poco, aparece este idiota de Pimentel. Me encierro en mi pequeña habitación que consta de una simple cama personal y un ropero cutre y viejo, me despojo de la ropa de trabajo, me dejo caer en el duro colchón y cierro los ojos, no quiero llorar, ya he llorado hace un rato y odio la sensación sin embargo esto que está pasando me supera, no estaba en planes perder el empleo.

Mi vida no ha sido precisamente color de rosas, sobre todo el último par de años pero he tratado de sacar fuerzas de cualquier lado para no derrumbarme, para que los tres podamos tener al menos lo justo y necesario para vivir, un techo pobre y humilde que nos cobije, un poco de comida caliente al menos una vez al día y lo más importante, poder pagar el tratamiento de abuela. No me quejo, jamás me he quejado de nada y aunque he tenido que madurar a palos, agradezco a la vida por permitirme el esfuerzo, por permitirme la salud para poder trabajar y conseguir el sustento para los tres, que si bien no es suficiente, al menos es un alivio.

Chris es mayor que yo por seis años, cuando yo aún no cumplía los dieciocho, era él quien trabajaba sus turnos en el hospital público y aunque tampoco vivíamos mucho mejor, no teníamos mayores problemas, éramos una pequeña familia de clase baja pero decente y siempre sobraban las sonrisas y demostraciones de amor pero como no todo es como deseamos y las malas experiencias a veces se disfrazan de enfermedades repentinas y dolorosas, nuestra abuela fue diagnosticada con cáncer y desde ese momento, nuestro mundo se vino abajo. Al principio no supimos como afrontarlo, las carencias económicas y obvias en la alimentación de abuela, nos jugaron en contra. Ya no pudimos seguir atendiéndola en el hospital público, por más que mi hermano insistió y suplicó a los directores, no había nada que hacer, no tenían los recursos necesarios aunque tal vez si las intenciones. Chris como pudo trató de ayudar, doblaba turnos, a veces no nos veíamos durante días enteros, todo para poder conseguir algo más de dinero y suministros que le facilitaban en el hospital pero eventualmente abuela empeoró, al punto de permanecer en cama día y noche sin posibilidad de moverse, era horrible y Chris pasó a cuidarla en nuestro hogar, no quiso aceptarlo en aquel momento, no soportaba la idea de que con solo dieciocho años y unos meses cumplidos, yo dejara la carrera que había comenzado con esfuerzo en una Universidad regional, una que me había ganado a pulso por mis calificaciones pero algo tenía que hacer.

Inferno II JoerickWhere stories live. Discover now