Capítulo 8

325 37 10
                                    


𝕵𝖔𝖊𝖑

La cantidad de fuerza de voluntad que tuve que usar para no colapsar mentalmente delante suyo, fue al menos, ridícula, no puedo expresar con palabras lo mucho que me sorprendió. Tomé un lento sorbo de mi whiskey, necesitaba ese líquido ardiente en mi sistema para poder permanecer relajado, muy contadas veces en la vida algo lograba dejarme sin palabras y definitivamente, él lo había hecho. Habían pasado dos meses completos desde que se marchó esa noche, dos jodidos meses en los que sentí la frustración constante de su ausencia, no lo quería, no me gustaba, no tenía absolutamente ningún sentimiento por él, nada más quería follarlo, quería follarlo malditamente duro para alejar de mí esas sensaciones ridículas de no poder hacer lo que quería sin embargo ahora que estaba acá, ofreciéndose como una ramera, me encontraba incapaz de responder.

-No vas a decir nada? -La voz chillona que empleó me dejaba saber que no era algo que deseara realmente, eso me molestó, quería joderlo, si pero quería que él lo deseara, de esa forma sería mucho más reconfortante cuando lo dejara después pero mi estúpido ego no se la pondría fácil, nada de eso.

-No se que se supone que deba responder. -Fui arrogante, claramente este pequeño renacuajo se traía algo entre manos, nadie que se va como él hizo, regresa sin algún motivo oscuro detrás pero si quería jugar, pues jugaríamos.

-Ya veo...entonces supongo que no te interesa. -Se que no era lo que quería escuchar, algo en sus ojos brilló con lo que pude identificar como decepción y entonces fue mi momento. Había caído en el juego y yo estaba ansioso por jugarlo con él.

-¿Te diste cuenta de que quieres que te folle? -Él trató de controlar un gesto extraño en su cara, no supe identificar que clase de pensamiento estaría teniendo pero estaba incómodo, incómodo y vulnerable, una combinación que solo beneficiaría a uno de los dos. -¡Oh no! Espera, viniste porque necesitas dinero y crees que tu cuerpo lo vale, crees que estás a la altura de pedir dinero a cambio de que te folle.

-Vine a ofrecerte un trato, necesito el dinero, si y tú parecías muy interesado en mi trasero la última vez que te vi, así que pensé que los dos ganaríamos algo acá. ¿No crees? -Su tono era difícil de leer, era una mezcla de la arrogancia de siempre con algo de irritación pero además había otra cosa ahí, un matiz diferente que no supe identificar.

-Veo que tienes una imaginación poderosa, nunca dije que estaba interesado en tí, no eres mi tipo, ni siquiera te acercas. -Dió un paso atrás, podía notar ahora como estaba tratando de contenerse, como intentaba mantener su postura intacta pero había tocado una fibra sensible. Bebí un poco más de mi whiskey, esto se sentía bastante intenso y necesitaba mantener la pelota de mi lado.

-Bien...entiendo, supongo que no tenemos más que hablar. Ha sido un completo error venir aquí pero créeme, no volverá a pasar, es la última vez que vas a saber de mí. De todas formas, voy a decirte algo...

-Espera...no me salgas ahora con el discurso de que eres una persona que no busca dinero porque te recuerdo que no fui yo quien te buscó, eres tú quien está de pie aquí, rogando porque te coja a cambio de sucios billetes. No tienes moral para hablar de valores cuando el tuyo es nulo, todo el mundo tiene un precio y tú...acabas de darme el tuyo. -Fui fuerte con mi tono de voz, me había puesto de pie para dar mayor énfasis a mis palabras y el efecto obtenido fue el deseado, casi podría jurar que estaba a punto de llorar y algo dentro de mí cobró vida, algo que no sabía que existía.

-Está bien, tienes razón, tienes tu victoria. Felicidades. ¿Supongo? Espero que te sientas bien con lo que acabas de decir, eres todo un profesional en esto de decir las palabras justas.

Le estaba costando hablar, había dado otro paso más cerca de la puerta y podía sentir como quería esfumarse de la habitación, una mezcla de sensaciones me sacudió, por un lado me sentía orgulloso de haberle demostrado que es una ramera y que solo buscaba dinero fácil a cambio de entregar el cuerpo. Solo Dios sabía cuantos más habían caído en sus garras, cuantos antes de mí habían pagado por llevarlo a cama, supongo que muchos, con esa cara de muñeca que jamás ha roto un plato pero que se ofrecía a cambio de un cheque sucio con algunos ceros en su nombre. Por otro lado me parecía extraño su actuar, a pesar de que en ningún momento se mostró particularmente a gusto con la situación, se me hacía contradictorio que ahora estuviera casi a punto de llorar.

Inferno II JoerickWhere stories live. Discover now