Capítulo 7

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𝕰𝖗𝖎𝖈𝖐

-No puede ser, Chris, no puede ser. -Mi pecho estaba contraido de forma dolorosa, no podía estar pasando esto, no podía simplemente creer que la vida se empeñara tanto en poner una traba tras la otra.

-Tranquilo, pequeño, algo se nos va a ocurrir. -Sabía que solo lo decía por consolarme, él estaba igual de preocupado que yo y lo podía notar en sus ojos.

-¿Qué cosa? Ya no tengo de donde más sacar dinero, no me pagan lo suficiente y me esfuerzo tanto. -En los dos últimos meses, llorar había pasado de ser algo que odiaba a convertirse en un acto recurrente, desde que dejé Inferno, todo se volvió más complicado, seguía siendo explotado en el trabajo pero a cambio de tan poco dinero que a penas nos alcanzaba para comer.

-Richard está tratando de conseguir una cama en un hospital privado.

-¡Chris! Se que Rich está haciendo de todo pero...¿Cómo vamos a pagarlo? ¿Cómo podremos saldar las deudas?

-No lo se, Erick, no lo se pero si puede entrar a ese hospital, también puedo trabajar y así seríamos los dos, pequeño por favor, no llores más, no puedo verte así.

Sentir sus brazos envolverme como cuando era un niño, me llenó de melancolía y dolor, siempre fuimos muy unidos a pesar de la diferencia de edad entre nosotros, Chris ha sido el mejor hermano del mundo. Lloré desconsoladamente por mucho tiempo, estaba cansado y me dolía el alma, llevaba dos meses trabajando sin parar en un pequeño restaurante a las afueras de la ciudad, era humilde pero servían comida buena y aunque la dueña era una señora mayor que no intentaba llevarme a la cama, si se encargaba de exprimir cada gota de mi energía, haciendo que doblara turnos casi a diario y me encargara de la limpieza del lugar cuando las puertas cerraban. No me quejaba, era horrible y no tenía a penas tiempo para dormir pero cada centavo importaba y tenía que aguantar.

-No quiero que abuela muera, Chris, no podría soportarlo.

-Shhh...no pienses en eso, estamos haciendo todo lo que podemos para que pueda recuperarse.

-Pero no es suficiente, a penas tenemos para que se alimente bien, el tratamiento es muy costoso y eso sin contar la operación. -La intervención quirúrgica estaba prevista desde hace mucho tiempo, sabíamos que era sumamente necesaria porque solo así habrían posibilidades de que superara el cáncer pero teníamos que depositar veinte mil dólares antes de eso, era el requerimiento para poder después, ir pagando poco a poco el resto del dinero total.

-Estoy tratando de negociar el pago, si logro llegar a un acuerdo con el hospital, podremos pagar solo los primeros diez mil y entonces después nos encargaremos del resto pero...

-Tampoco tenemos ese dinero.

Completé por él, ambos sabíamos que no nos alcanzaba y estábamos de pies y manos atados. El dolor se disparó por todo mi ser, tenía que hacer algo para poder darle a abuela la operación que hacía la diferencia entre su vida y su muerte y entonces tuve una idea. Mi cuerpo entero entró en un colapso nervioso, sabía lo que estaba pensando y sabía que era una opción horrible, denigrante, asquerosa, sabía que perdería mucho con ello, que tendría que vivir el resto de mi vida sintiendo en mi piel el asco que yo mismo me causaba de solo pensarlo pero estaba desesperado y era la única salida. Sequé mis lágrimas y miré a Chris, por su expresión pude saber que notó el cambio radical en mí y en un acto de consuelo entre ambos, nos abrazamos de nuevo el tiempo suficiente para darnos fuerza.

-¿Qué? -Cuestionó momentos después con la voz cortada, me conocía demasiado para negarle que no me sentía bien pero ya no había vuelta atrás.

-Voy a ir al Club, reza porque ese idiota acepte mi oferta.

-¿Qué haces acá? -Obviamente no esperaba un recibimiento mejor y en otra situación le habría respondido con algo sarcástico pero no era momento

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-¿Qué haces acá? -Obviamente no esperaba un recibimiento mejor y en otra situación le habría respondido con algo sarcástico pero no era momento.

-¿Puedo ver a Pimentel?

-¿Disculpa? -Zabdiel tal vez no era un mal tipo, en realidad no me importaba si lo era pero a veces se ponía en plan idiota y yo estaba malditamente desesperado.

-Que si puedo ver a Pimentel.

-¿Te vas por dos meses después de lo que sea que hiciste y ahora regresas rogando por verlo? -No pasé por alto la sonrisa socarrona que me brindó, odié tanto tener que estar haciendo esto pero tomé aire y recordé por que estaba acá, tenía que soportar.

-Solo dime si puede ser, está bien si no quieres que lo haga pero sería bueno que fuera él quien lo decida. -A pesar de saber que no me convenía jugármela tanto, una parte de mí se negaba a ser tan sumiso, me daba asco este lugar y todo lo que representaba.

-No está ahora, es temprano y supongo que tiene cosas más importantes que hacer. Regresa luego si tantos deseos de verlo tienes.

Estaba a punto de decirle que no quería ver a ese idiota, que me repugnaba el solo hecho de saber lo que estaba pensando, que detestaba a las personas como él, que prefería mil veces morir de hambre antes de ofrecer este trato pero no podía, tenía que aguantar y aunque las cosas no estaban a mi favor, como siempre, debía solo irme y regresar en un horario en que el rey de los imbéciles estuviera acá para después rezar porque aceptara verme y solo ahí, intentar que no declinara la propuesta que tenía para él. Miré a Zabdiel por unos segundos y justo cuando iba a responder que regresaría luego, lo ví, tan inhumanamente caliente como era, con ese cuerpo envidiablemente trabajado y el rostro perfecto que parecía dibujado por los mismísimos ángeles, más conociendo que solo era una fachada, una cortina de humo para ocultar la real oscuridad que se escondía en el interior.

-¿Qué está pasando acá? -La voz gruesa y notablemente enojada me hizo pegar un respingo, por su semblante pude entender que tenía tantas ganas de verme como yo a él pero me arriesgaría, tenía que hacerlo.

-Dice que quiere verte. -Zabdiel respondió por mí, el desprecio de su voz fue tan notable que me sentí pequeño y miserable, tal vez si lo era, estaba seguro de que si.

-¿Verme? ¿Para qué querría verme? -Hablaba directo a su amigo, como si yo no estuviera justo delante suyo y otra vez, me sentí miserable, tal vez esto era solo una muy mala idea y lo mejor era largarme con mis miserias a otro lado.

-Yo... mejor me voy. -Hablé al fin en un susurro, mi pecho ardía de vergüenza y humillación, no podía justo ahora recibir otra dosis de recuerdos que abrumaban mi cerebro, recuerdos que me mostraban cuan insignificante era.

-A mí despacho, no tengo todo el día.

Habló con arrogancia y mi pecho se oprimió, las piernas me temblaron al seguir sus pasos firmes, decididos y cautelosos, sabía que Zabdiel no supo reaccionar ante lo que vió, sopongo que no esperaba que Pimentel me aceptara, yo tampoco a decir verdad pero ya estaba acá, había entrado a la boca del lobo, ahora solo podía esperar que no me hiciera pedazos. Las luces de colores y el sonido retumbante de la música, quedaron opacados por el silencio sepulcral que se escondía en el interior de su despacho. Lo vi caminar hasta su silla, parecía disfrutar de la incomodidad del momento porque no mostraba ningún rastro de nada, nada además de su semblante serio. Se sentó como si el mundo le perteneciera y me miró, sus penetrantes ojos observándome como un depredador y sentí miedo, estaba acojonado sin embargo creí que hablaría, no lo hizo, solo se dedicó a estudiar mi rostro, escrutando cada detalle, como si...como si hubiese necesitado hacerlo.

-Gracias por...

-Al grano, Erick. No tengo toda la noche para tí. -Fue tosco al responder y el tono de voz taladraba mi cerebro, esto era terrible, una sensación asfixiante y sumamente decadente pero decidí soltarlo de una vez, daba igual si demoraba más o menos, la respuesta sería la misma y mi orgullo se esfumaría de igual manera.

-Vine a ofrecerte un trato, necesito dinero. -Abrió sus ojos con sorpresa, como si realmente no creyera lo que acababa de escuchar y yo estaba completamente avergonzado, humillado, sucio y jodidamente nervioso, más aún cuando sonrió de lado, tan arrogante y altanero, disfrutando de lo sumiso que era.

-Pensé que eras demasiado importante como para rogar por dinero, recuerdo bien tu arrogancia y las palabras que me dedicaste esa noche. Supongo que eres igual de zorra que el resto, sabía que volverías, todos lo hacen aunque me parece que no quieres recuperar tu trabajo, de lo contrario lo habrías dicho ya. -Sus ojos brillaron con algo tenebroso en sus pupilas y toda mi piel se puso de gallina. -¿Qué es eso que tienes para ofrecerme? ¿Qué es lo que haría que pagara dinero? -Odié la sonrisa de superioridad que me dió pero ya no había vuelta atrás, era ahora o nunca.

-Mi cuerpo.

Inferno II JoerickWhere stories live. Discover now