Prefacio

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Donghae caminó por la calle, secándose las mejillas mojadas. En ese momento le temblaba ligeramente el cuerpo y no estaba en condiciones de manejar la motocicleta. Caminar era mejor. Aunque no tenía un rumbo fijo y simplemente andaba por las calles con una mirada ausente, eso le ayudaba a tranquilizarse.

Cuando Kyuhyun decía que Hyukjae podía estar muerto, era como una puñalada de dolor para Donghae. Él no quería ni siquiera considerarlo. No podía estar muerto. Hyukjae era todo lo que le quedaba y tenía que hallarlo.

De seguro estaba en alguna parte del mundo, sonriendo y esperando que Donghae lo encuentre.

Para este entonces, Hyukjae tendría veintisiete años. Él ya no sería un niño, sino un hombre adulto al igual que Donghae.

A veces Donghae se preguntaba cómo sería Hyukjae actualmente. Si estaba delgado como cuando era niño o si había ganado peso. Si quizá era alto o bajo de estatura. Se preguntaba también si Hyukjae seguía siendo como el niño bueno y lindo de antes, pero si hoy en día era más severo, Donghae lo iba a querer igual. Lo iba a querer si era bajo o alto, gordo o flaco, hermoso o feo. No tenía importancia cómo era Hyukjae. Mientras sea el verdadero Hyukjae, Donghae lo iba a querer de todas las maneras en que se puede querer a una persona. 

Y si algún día descubría que Hyukjae había muerto, entonces lo más probable es que él quisiera seguirlo también. La única razón por la que Donghae no se rendía era porque jamás se halló un indicio definitivo de la muerte de Hyukjae. Él día que la policía o Kyuhyun le lleven esa noticia sería el fin. Pero por ahora, Donghae prefería pensar de forma contraria. Él quería creer que Hyukjae estaba con vida. Y donde sea que esté Donghae lo encontraría, así le lleve toda la vida hacerlo.

En ese momento su celular sonó. Donghae lo miró fugazmente y vio en la pantalla que se trataba de una llamada de Kyuhyun. Él rechazó la llamada sin siquiera contestar puesto que detestaba cuando Kyuhyun se ponía en esa postura de decir que Hyukjae podía estar muerto. De seguro Kyuhyun lo quería hacer recapacitar, pero Donghae no quería escucharlo.

A los segundos el celular volvió a sonar y Donghae volvió a rechazar la llamada. 

Esperó en una esquina atestada de personas para cruzar la calle. Cuando el semáforo habilitó el cruce de peatones, una nueva llamada entrante de Kyuhyun lo desconcentró. Donghae resopló molesto, queriendo cortar la llamada, entonces apartó la mirada del frente y fue ahí que chocó de lleno contra una persona. El quejido de Donghae y la otra persona sonaron casi al unísono. Unos papeles y libros cayeron al piso y la persona con la que había chocado, se agachó rápidamente para recogerlos.

Donghae frunció el ceño masajeándose el hombro adolorido. Tenía ganas de protestar, pero debía reconocer que quien caminó sin prestar atención había sido él. 


—Lo siento —murmuró antes de agacharse y ayudar a esa persona a recoger sus pertenencias.

—No te preocupes. El que se tiene que disculpar soy yo. Venía distraído y no me fijé.


En aquel momento Donghae levantó la mirada y notó por primera vez que había chocado contra un chico de cabello castaño. Un chico de cabello castaño que sonreía de oreja a oreja. Y tan grande era su sonrisa que se le veían las encías e iluminaba todo su rostro. 

Donghae apartó la mirada simplemente para regresarla al chico segundos después. Éste recogía los papeles desparramados por el suelo y no se veía para nada enojado. Donghae le ayudó a levantar sus cosas y ambos se pusieron de pie.

El hijo de la empresariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora