William: El primer amor (Parte 3)

24 1 0
                                    

Habían pasado dos meses desde que William había empezado a trabajar como seguridad externa. Durante ese tiempo, Gonzalo y él continuaron viéndose a diario, conociéndose mejor en esos pequeños momentos antes de que llegaran el resto de los empleados. Pero todo dio un giro inesperado cuando uno de los vendedores renunció, y William decidió aprovechar la oportunidad. Habló con el administrador, quien lo recomendó al gerente, y después de una breve conversación, William fue contratado para trabajar en el área de ventas. Renunció a su puesto como vigilante y comenzó su nuevo trabajo sin dificultades, ya que conocía bien el ritmo de la tienda y a todos los empleados.

Ahora, William y Gonzalo no solo compartían los breves momentos antes de empezar a trabajar, sino que también podían hablar durante la jornada laboral, a medida que coincidían en las pausas y en las interacciones con otros compañeros. Como los más jóvenes del grupo, y además guapos, pronto llamaron la atención de algunas chicas que frecuentaban la zona. Margarita y Roxana, dos vecinas, se hicieron buenas amigas de ellos. Un día, las chicas invitaron a Gonzalo y William a una fiesta en casa de Daniela, otra amiga del barrio.

Esa noche, después del trabajo, los cuatro fueron a la fiesta. Gonzalo se dio cuenta de que Roxana no dejaba de mirarlo y de acercarse, insinuando que le gustaría algo más. Aunque Gonzalo no estaba acostumbrado a ligar con chicas, algo en la actitud de Roxana lo hizo sentir cómodo, y la idea de tener una experiencia con ella no le desagradaba del todo. Sin embargo, su atracción más profunda seguía siendo hacia los chicos, y en ese momento, su mente no dejaba de comparar la interacción con Roxana con la que había tenido con William.

La fiesta avanzaba, y aunque Gonzalo estaba disfrutando, notó que William parecía cansado y aburrido.

—Gonzalo, ya vámonos. Es tarde y estoy cansado —dijo William, mirando su reloj.

—Quiero quedarme un rato más —respondió Gonzalo, animado, pero sin darle mucha importancia a la hora.

—Bueno, si quieres quédate tú, pero yo ya me voy. Y, además, no olvides que mañana tienes libre, yo sí tengo que trabajar más tarde. —William le comentó, un poco molesto por la atmósfera de la fiesta, donde se sentían algo fuera de lugar.

—Solo media hora más, y nos vamos. Si gustas, puedes quedarte en mi casa, está más cerca —propuso Gonzalo.

—No. Mejor acompáñame a la mía, y ahí te quedas a dormir. No quiero que te incomodes —respondió William, insistiendo.

Gonzalo aceptó, y juntos se fueron de la fiesta a eso de las dos y media de la madrugada. Tomaron un taxi, pero al llegar a la casa de William, Gonzalo le dijo al taxista que lo lleve a su casa, pero el taxista se negó a llevarlo más lejos, pues estaba fuera de su ruta.

—Mejor quédate acá nomás. Ya es tarde, y mañana salimos juntos —insistió William, viéndolo con una sonrisa que indicaba que estaba tomando las riendas de la situación.

Gonzalo aceptó, y aunque su cabeza aún estaba un poco embriagada por el alcohol, no podía evitar sentirse bien con la idea de pasar un rato más con William.

—Bueno, está bien, para que veas que yo sí soy decidido y no me ando con rodeos —dijo Gonzalo, sonriendo con descaro.

Bajaron del taxi y entraron a la casa de William en silencio, para no despertar a sus padres.

—Préstame una colcha y me acomodo en el sillón —le dijo Gonzalo.

—No, vamos a mi cuarto. Mi viejo se despierta muy temprano y te va a malograr el sueño —respondió William, guiando a Gonzalo hacia el interior de la casa.

Subieron las escaleras con cautela y llegaron a la habitación de William, donde solo había una cama.

—Bueno, dormir de a dos es mejor que dormir en el sillón y que mi viejo te despierte temprano —comentó William, acomodándose en la cama.

—Para mí no hay problema. No serás el primero con quien comparta la cama —respondió Gonzalo, sonriendo levemente. Aún llevaba algo de licor en la cabeza, lo que lo hacía hablar sin pensarlo demasiado.

William se acomodó de un lado, mientras Gonzalo, ya un poco más sereno, se metió en la cama a su lado.

—Acuéstate contra la pared —le dijo William, dándole un toque de cercanía que Gonzalo no pudo ignorar.

En ese momento, la cercanía entre ambos, la atmósfera que se había creado y la tensión acumulada a lo largo de los días comenzaron a calar más hondo en Gonzalo. Aunque intentaba parecer despreocupado, algo en su interior comenzaba a hacerle cuestionar todo lo que hasta entonces había sido claro para él. Estaba acostado al lado de William, su amigo, y aunque no podía explicarlo del todo, algo había cambiado.

Aunque no era consciente de lo que estaba sintiendo, la cercanía de William lo desbordaba. Las emociones que había reprimido comenzaron a aflorar, y, en su mente, se preguntaba qué sería de ellos.

Sin palabras, se quedaron allí, en el silencio de la noche, cada uno envuelto en sus propios pensamientos, pero cerca el uno del otro, más de lo que cualquier palabra podría expresar.

Continuará...

AMOR DE NADIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora