La oscuridad de la habitación envolvía a Gonzalo y William, ambos ya medio dormidos, cuando Gonzalo rompió el silencio con un comentario inesperado.
—Sabes que Roxana me ha dicho que Margarita quiere contigo, dice que le pareces "Churro" —dijo Gonzalo, acomodándose en la almohada mientras miraba a William, esperando una reacción.
William, aún medio dormido, respondió con voz somnolienta.
—¿Qué dices...? —preguntó, sin mucho interés al principio.
—No te hagas el que no me has escuchado. Que le gustas a Margarita... —insistió Gonzalo.
—¿Sí? Mmmmm, pero a mí no me vacila ella —respondió William, con tono tranquilo y algo desinteresado.
—Ya pues, hay que salir los cuatro un día. A mí me vacila Roxana, pero necesito de tu ayuda para caerle, hazme el bajo —le propuso Gonzalo con un tono bromista.
William se quedó pensativo por un momento, y luego respondió en tono serio.
—De verdad ¿quieres estar con Roxana? Pensé que solo seríamos amigos. Son pitucas causa, no creo que quieran nada serio con nosotros, más que un vacilón —explicó William, claramente no muy convencido de la idea.
—¿Pero por qué no? Tampoco la quiero para casarme, pero si me da zajiro, hay que aprovechar —respondió Gonzalo con una risa. Luego insistió: —¿Qué te parece causa? ¿No te vacila Margarita ni un poquito?
William hizo una mueca de desinterés, aunque no podía negar que Margarita era simpática, no sentía nada más allá de una amistad por ella.
—La verdad no mucho, como amiga chévere, pero para un agarre como que no doy. Pero si a ti te vacila Roxana, agárratela nomás —respondió William, como dando por cerrado el tema.
Gonzalo no se desanimó. De alguna manera, sintió que la respuesta de William le daba una pequeña luz para insistir. Cuando William le dijo eso, Gonzalo se vio reflejado en él, recordando la conversación que había tenido con Arturo sobre el amor y los sentimientos no correspondidos. Pensó que tal vez estaba siendo un poco insistente, pero aun así no dejó de presionar.
—Bueno causa, te voy a joder toda la semana para que aceptes y salgamos los cuatro —le dijo con tono juguetón.
—Mira, con tal que me dejes dormir soy capaz de prometerte cualquier cosa. Mejor hablamos mañana —respondió William, apretando los ojos en busca de sueño. Apagó la lámpara, se tapó con la colcha y se despidió. —Hasta más tarde, que descanses —dijo, sin esperar respuesta.
—Hasta más tarde causa —respondió Gonzalo, sonriendo, pero, aunque trató de dormir, su mente no dejaba de dar vueltas. Quería seguir conversando, pero la fatiga lo venció finalmente.
El lunes, mientras trabajaban, Gonzalo no dejó de insistir en su idea de salir con las chicas ese fin de semana, pero William siempre encontraba una excusa para evitarlo. Sin embargo, un día, mientras pasaba por el área de descanso, Gonzalo escuchó una conversación entre sus compañeros, que lo dejó pensativo.
—Oye, Juan Carlos, ¿te has dado cuenta cómo William y Gonzalo se miran cuando conversan? Se miran como Julieta a Romeo —comentó Gabriel, en tono de curiosidad.
—¿Qué? No creo. Si los muchachos son pintones, además sé que están saliendo con las chiquillas del frente. Eso es lo que me ha contado Natalia —respondió Juan Carlos, algo escéptico.
—No sé, pero me he puesto a observar a William, y la verdad me parece que está templado de Gonzalo, lo mira como flaca —insistió Gabriel.
—¿Y tú crees que sean cabritos? —preguntó Juan Carlos, casi burlándose de la idea.
—Gonzalo no sé, pero de que William está templado de él, creo que sí. A Marcos también le parece, él también se ha dado cuenta de eso. Ya somos viejos pues causa, uno se da cuenta de eso a kilómetros —dijo Gabriel, con seguridad.
—Bueno causa, si son cabritos, por mí normal. Los muchachos me caen bien, son bacanes, y no se meten con nadie. Así que, si son o no son, no es problema nuestro —finalizó Juan Carlos, zanjando la conversación.
Gonzalo, que escuchó todo sin querer, no pudo evitar reflexionar sobre lo que había oído. La conversación, sumada a las constantes negativas de William para salir con las chicas, hizo que se detuviera a analizar la situación con más profundidad. Ahora veía a William con otros ojos, como si en su mirada hubiera algo más, algo que antes no había notado. Había algo en la forma en que William lo miraba, en esos pequeños gestos y silencios que le sugerían que tal vez lo que sentía por él era más que una simple amistad.
A partir de ese momento, Gonzalo comenzó a ver a William con más ilusión. Sentía que, tal vez, había algo más entre ellos, algo que iba más allá de la camaradería que habían compartido hasta entonces. El simple hecho de que alguien se fijara en él, no solo por atracción física, sino por algo más profundo, lo llenó de una sensación cálida y extraña. Ya no veía solo a William como su amigo, sino como alguien con quien podría compartir algo mucho más importante. Y aunque aún no estaba seguro de lo que sentía, había algo que lo empujaba a acercarse más a él.
Continuará...
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AMOR DE NADIE
Historia Corta¿Es posible conocer el amor sin enfrentarse también a la indiferencia, el dolor, la decepción y el desengaño? Amor de Nadie explora esta pregunta a través de la vida de Gonzalo, un hombre cuya historia está marcada por amores fugaces pero intensos...